lunes, 11 de noviembre de 2013

Creatividad desbordada en el Torrent de Pareis (y II)

Como ya pudisteis ver en la anterior entrada al blog, el Torrent de Pareis es uno de los lugares más espectaculares de Mallorca. Ya relaté lo que fue el trayecto de ascenso ese 29 de septiembre. Pero aún quedaba pendiente el regreso hasta el coche. Después de haberme centrado en las vistas generales durante la subida, ahora en la bajada haría hincapié en las formas, los detalles y los colores de este torrente declarado Monumento Natural. Así pues esta entrada será más vistosa y creativa en imágenes y mucho menos en la descripción de la ruta en si.

El Torrent de Pareis es un lugar mágico, lleno de fuerza y rebosante de naturaleza. Caminar por su interior es toda una sensación más que recomendable. Pero su belleza va más allá. Se dice que sus caprichosas formas fueron una inspiración para artistas como Gaudí. Hay incluso estudiosos que relacionan su conocida Casa Mila (La Pedrera) con este paraje de la isla de Mallorca. A modo de homenaje yo también quise rendir tributo a este lugar aportando grandes dosis de creatividad. En un lugar como este no es difícil encontrar tomas llamativas, reflejos, formas y colores de ensueño.

Un vistazo torrente arriba en el punto en el que dimos la vuelta

Formas ondulantes creadas por las fuerzas de la naturaleza

Un derroche de curvas, colores, reflejos y sensaciones 

El camino de descenso escoltado por altos farallones calizos

Myriam bajando por el torrente al más puro estilo parque acuático

Regresando sobre nuestros pasos comenzamos a cruzarnos con gente

Pocos turistas durante el trayecto y casi todos bien equipados

Como ya os había comentado, aquella jornada apenas nos cruzamos con gente durante el recorrido. Remontamos el cauce solos, pero a la vuelta si que coincidimos con más gente. La gran mayoría iba correctamente preparada, con sus botas de montaña y esas cosas. Y es que esta ruta, aunque muy espectacular, tiene su punto de exigencia. La naturaleza y la montaña son muy bellas, pero nunca hay que perderlas el respeto. Vamos, que caminar por estos lares no es como dar un paseo por el parque. Como esos que hacen la ruta del desfiladero del Cares en zapatos de tacón....

Las caprichosas formas de la caliza no dejaban de sorprendernos

La bajada la hicimos más pausada, parando en cada rincón llamativo

Myriam demostrando sus dotes de escaladora para llegar a la cueva

A veces parecía que caminábamos ocultos entre la naturaleza

Rocas retorcidas y modeladas por la erosión

Como era de esperar, los reflejos también abundaron durante el descenso

Daba igual donde mirásemos, la naturaleza mágica lo impregnaba todo

El Torrent de Pareis un rincón sorprendente y recomendable

Encuadres naturales y rebosantes de formas por doquier

Las numerosas pozas animaban a buscar reflejos una y otra vez

Llegando al final del recorrido, al fondo el lugar por el que nos adentramos

Cerca de la desembocadura las alturas también abundan

Un último reflejo antes de dar por finalizada la ruta por el torrente

Final del trayecto, al fondo la desembocadura y la pequeña cala del Torrent de Pareis

Y si tras una ruta así se puede disfrutar de un mar turquesa como este, ya ni te cuento

Una vez llegamos a Sa Calobra, donde teníamos aparcado el coche, tuvimos tiempo para darnos un merecido chapuzón en las aguas del puerto. Fue el broche de oro a una excursión magnífica. De nuevo habíamos echo partícipe a la montaña de nuestras vacaciones. Todo un acierto. Tras el baño, nos tomamos un café y continuamos con nuestra ruta en coche por la sierra de Tramuntana. La tarde avanzaba y todavía no sabíamos donde íbamos a pasar la noche. De momento nos acercaríamos hasta el puerto de Pollença por la Ma 10. Luego ya veríamos...

Cerca de Escorça atisbamos desde lo alto el torrente recorrido

Al final las predicciones de tormentas se cumplieron. Antes de llegar a nuestro destino ya nos calló una buena chaparrada. Había merecido la pena conocer el torrente, pero también había sido acertado dar la vuelta a tiempo. Ahora tocaba continuar con la ruta. Y nos esperaba ni más ni menos que una noche en el cabo de Formentor acunados por los rayos. Casi nada.

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