miércoles, 12 de noviembre de 2014

Camino de Dumfries, nuestra bienvenida a Escocia

Después de conocer las ciudades de Liverpool y Manchester, tocaba continuar con el viaje. Habíamos pasado la mañana y las primeras horas de la tarde recorriendo las calles de Machester. Y habíamos llegado al albergue casi corriendo para recoger las mochilas. Ya con el petate a cuestas nos encaminamos a la estación de autobuses. Desde allí emprenderíamos un viaje de unas cuatro horas que nos dejaría en Carlisle, a las puertas de Escocia. Una vez allí nos encontraríamos con nuestro buen amigo Chema, que no solo nos daría pitanza y cobijo durante tres noches. Nos abrió las puertas de su casa de par en par e hizo de magnífico anfitrión llevándonos a conocer los lugares más peculiares de Dumfries. Esta ciudad del sur de Escocia sería nuestro campo base hasta el final de este viaje.

Con el buen sabor de boca que nos había dejado la ciudad de Machester partimos raudos hasta la estación de autobuses. Por delante teníamos un largo viaje en bus y tres días más de estancia, esta vez en Escocia. Por el momento el viaje estaba cundiendo de lo lindo. Lo estábamos pasando de lujo y las carcajadas abundaban por doquier. Y lo mejor de todo es que después de muchos meses íbamos a poder reencontrarnos con Chema. Conoceríamos su casa y compartiríamos con él unas jornadas que a buen seguro le iban a dar la vida.

Camino de la estación de bus de Manchester, una última foto a modo de despedida

 Fernando tomando asiento y un water pussy coffe (café aguachirris) antes de iniciar el viaje

 Sin salir de Manchester el cielo se visitió con luces de tormenta

 Un espectáculo del que disfruté mientras mis compañeros de viaje ya dormían a pierna suelta

 El sol poniendose en Inglaterra, al día siguiente saldría para nosotros en Escocia

El viaje entre las ciudades inglesas de Manchester a Carlisle duró unas cuatro horas y media, algo más de lo habitual debido a un atasco a la salidad. Durante el recorrido aprovechamos para charlar, reirnos y sobretodo descansar. Y es que después de dos días caminando sin parar, nuestras piernas se merecían una parada. Sobretodo las de nuestro compañero de viaje, que estaba viviendo en sus propias carnes como se las gasta el Komando Gorteak. Tras la parada obligatoria en un área de descanso, reanudamos la marcha y a eso de las nueve de la noche llegábamos a destino.

Carlisle, la ciudad donde nos encontramos con nuestro amigo Chema

Chema se acercó a Carlisle a por nosotros. Y ya en su coche nos llevo hasta la ciudad de Dumfries, al sur de Escocia. Durante el trayecto no faltaron las preguntas y respuestas sobre cómo nos había ido en el viaje en los últimos meses. Teníamos muchas ganas de ver a Chema, Claire y su hija en su ambiente. Y por fin el viaje se acercaba a su destino principal. Íbamos a pasar unas jornadas con él y su familia en su casa y en la zona en la que viven. Unos días de convivencia que se agradecen cuando se está lejos de amigos y demás.

Nuestros presentes para la familia De Pablo Loy a modo de bodegón

 Cuando llegamos a su casa y después de los abrazos, nos pusimos a cenar. Claire nos preparó un sabroso plato local a base de verdura y carne que nos hizo dejar los platos limpios como una patena. La sobremesa se alargó y cuando nos quisimos dar cuenta era más de la una de la madrugada. Chema trabajaba al día siguiente, así que nos fuimos a descansar. A la mañana siguiente nos levantaríamos sin prisa y como en nuestra propia casa. Teníamos todo el día por delante para pasear por Dumfries. Nosotros ya conocíamos el lugar de una visita anterior, pero para Fernando era su primera vez tanto en la ciudad como en Escocia. Así que había que aprovechar el día hasta que Chema volviese de trabajar.

Pasito a pasito llegamos desde la casa de Chema hasta el centro, pasando por la estación de tren

La mañana se presentaba nublada, lluviosa y ventosa, vamos un típico día escocés

 Callejeando por los rincones de Dumfries en busca de la oficina de turismo

 Caminando sobres las aguas del río Nith en una jornada poco agradable para el paseo

Pichi cruzando el río por el viejo puente de Piedra con el centro de Dumfries al fondo 

Dumfries es una ciudad muy manejable que se puede recorrer perfectamente andando. Así lo hicimos nosotros. No paramos salvo lo necesario. Una jornada más caminamos de lo lindo y nos hicimos cerca de una decena de kilómetros. Estaba claro que íbamos a volver del viaje con piernas de acero. Así pues, recorrimos casi todas las calles del centro paso a paso. Todo ello con la ayuda del mapa que nos dieron en la oficina de turismo y con unas cuantas dosis de improvisación y recuerdo. Estaba todavía muy presente aquél viaje que hicimos por Escocia con Gueli cuando también fuimos a ver a Chema allá por 2009. Aquí os dejo el enlace por si os apetece echar un vistazo.

Dumfries, reposo a la pinta

Tras cruzar el río un par de veces regresamos al centro de la ciudad

Durante la caminata paramos a tomar un café en un moderno bar. Una vez más nuestro compañero de viaje se enamoró de la camarera. Qué facilidad, chico. Después de el café y tras un buen rato a techo, logramos entrar en calor. Antes de que nos enfriáramos, continuamos con la ruta por la ciudad. Paseando y paseando llegamos a otro de los puentes que cruza el Nith.

De nuevo caminando sobre el río Nith con la ciudad de Dumfries al fondo

La mañana avanzaba sin pausa. Y sin darnos cuenta habíamos paseado por buena parte de la ciudad. El tiempo tampoco estaba para muchas gracias. Así que optamos por ir a conocer el museo de la ciudad de Dumfries, ubicado en un antiguo observatorio donde se colocó en su día una cámara oscura. Sería una buena manera de pasar el tiempo. Por un lado conoceríamos más de cerca la historia, el arte, la naturaleza y las tradiciones de este lugar y por otro veríamos en directo como funcionaba ese invento que más tarde dio paso a la fotografía.
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A las puertas del museo de Dumfries este cañon y estas típicas casas nos dieron la bienvenida

La cámara oscura estaba cerrada, pero disfrutamos de lo lindo de este interesante museo

 Tras la visita continuamos con el paseo por Dumfries, las nubes no presagiaban nada bueno

Después de tanto caminar había llegado el momento de hacer un merecido descanso. Así que buscamos un bar local que nos llamara la atención para tomarnos unas tradicionales pintas. Entre buena música rock, cerveza escocesa y muchas risas, pasamos un buen rato. Además aprovechamos para echar un ojo a los souvenirs que habíamos adquirido en el museo.

Como no podía ser de otra manera, Fernando se agenció unas maquetas de avión

 Un vistazo a la estatua de Robert Burns y la catedral antes de regresar a casa

Con la tarde bien avanzada regresamos a la casa de Chema. Eso si, antes de nada hicimos una pequeña parada para comer algo antes de desfallecer ahogados en pintas. Una vez en nuestra peculiar casa de acogida estuvimos charlando y disfrutando de la compañía hasta que llegó la hora de cenar. Optamos por probar comida rápida al más puro estilo fish ´n chips en sus distintas variedades. Tras la suculenta cena, nos fuimos con Chema a tomar unas degustaciones por la ciudad.

Una vez más, el kalimotxo de Pichi volvía a ser la atracción y las risas

Visitamos un par de garitos de la ciudad y nos fuimos pronto para casa. Al día siguiente teníamos que madrugar para aprovechar bien el día. Iba a ser la única jornada completa que íbamos a pasar junto a Chema y familia. Y ya tenían previsto una especie de ruta por la zona, con picnic incluido, que haría nuestras delicias. Pero esto será otro capítulo.

sábado, 8 de noviembre de 2014

Manchester, a paso ligero entre lo industrial y lo moderno

Aquél 20 de febrero de 2014 nos despertamos en Manchester. La jornada anterior la habíamos dedicado en cuerpo y alma a conocer la ciudad vecina de Liverpool. Y ahora nos tocaba patear por esta urbe conocida por su pasado industrial y por sus equipos de fútbol. Teníamos poco más que una mañana para indagar por las calles de esta ciudad que a pesar de no contar con grandes reclamos turísticos tiene, como casi todas las ciudades, cosas interesantes para descubrir. Así pues, a pesar de las nubes amenazantes, madrugamos y nos pusimos a la tarea. Tocaba caminar para empaparnos de la esencia de esta ciudad donde predomina el ladrillo y el color rojo.

Tras el merecido desayuno nos calzamos las botas y salimos del albergue. Con la ayuda de un mapa nos dirigimos hacia la zona de Canal Street, un barrio reconvertido en abanderado de la homosexualidad. Allí, al menos por la mañana, es posible disfrutar de una ciudad más tranquila y bucólica. Paseando junto a los canales aprovechamos para entonar el cuerpo y desperezarnos. Teníamos que andar ligeros para aprovechar al máximo nuestra estancia. Ya habíamos pateado por la zona de la catedral y el centro la noche que llegamos, pero aún nos quedaban un montón de cosas en el tintero.Y en unas seis horas estaríamos subidos en un bus con destino a Escocia. No había tiempo que perder.

Canal Street, una zona repleta de locales de ambiente gay

 Fernando, que poco a poco se iba soltando con el inglés, posando para la posteridad

 Grandes edificios que recuerdan el pasado industrialmente portentoso de Manchester

 Pasito a pasito llegamos hasta el Town Hall o Ayuntamiento

 Palacio de Justicia, obra moderna entre construcciones más clásicas

La ciudad de Manchester es una amalgama de estilos arquitectónicos. La zona centro apenas conserva construcciones históricas salvo la catedral y algún que otro edificio más. Abundan las edificaciones de corte industrial y ladrillo rojo. Y también son notables las creaciones recientes. Vamos, que los rascacielos y edificios de oficinas se entremezclan con otros de viejo ladrillo y con edificios más solemnes como la biblioteca. A nosotros nos dio la sensación de estar caminando por una ciudad de un sin apenas orden ni concierto. Tan pronto estábamos viviendo el explendor industrial de la ciudad como su moderno crecimiento. Aun así, el paseo en tan buena compañía estaba resultando más que agradable.

Sin paradas de ningún tipo y con ligeras lluvias llegamos al puente sobre el río Irwell

 Cruzamos a la otra orilla y caminamos junto al río para no salirnos de la ciudad

 Nuestro compañero de viaje guardando recuerdos de su paso por Manchester

 Durante la caminata tampoco faltaron los clásicos callejones ingleses

La mañana estaba cundiendo de lo lindo. Eso si, los kilómetros caían con una facilidad espantoso. Ya se sabe que en las grandes ciudades siempre se camina mucho. Y más si se tiene poco tiempo y se quiere ver lo máximo posible. Así que tras pasar por la zona de la catedral y Printworks regresamos al Northern Quarter, donde teníamos nuestro albergue. Habíamos cerrado una especie de vuelta a la redonda por el entorno del centro de Manchester. Y ahora, tras la caminata mañanera, tocaba conocer este barrio caracterizado por su vida artística y cultural.

Los distintos planos arquitectónicos de Manchester en uno solo

 El Barrio del Norte, una zona repleta de bares, cafés, tiendas y graffitis

Un vistazo más a la interesante zona del Norterh Quarter

El barrio por el que nos movíamos es también conocido por sus numerosas tiendas de discos. Así que no podíamos desaprovechar la oportunidad de mercar unos cuantos vinilos. Después de callejear lo suyo, encontramos un local muy interesante de segunda mano cerca de Picadilly Gardens. Allí estuvimos un buen rato hasta que mis compañeros de viaje me compraron cuatro joyas. No se si lo hicieron de corazón o para forzarme a abandonar el local y seguir con la visita por Manchester. Aun así, mi agradecimiento por esas nuevas piezas de Uriah Heep, Van Morrison, Fleetwood Mac y Scorpions. Todo un detallazo.

Antes de continuar, hicimos una parada para tomar un café con pastas en Market Street

Tras el café dimos un paseo por los alrededores de Picadilly Gardens, el centro neurálgico de la ciudad. Allí nos encontramos con una suerte de mercado de comidas del mundo en formato fast food. Y como nosotros si que íbamos rápidos, no tardamos en encontrar la oficina de turismo. Bueno, un  poco sí. Allí nos hicimos con un mapa en condiciones y con unos souvenirs. También nos dieron las mejores opciones para apurar la jornada antes de partir hacia Escocia. Teníamos el tiempo justo para comer y poco más. Así que optamos por ir a conocer la zona de la milla del curry. Tomaríamos un autobús para llegar hasta esta zona y matariamos varios pájaros de un tiro: conoceríamos la parte más multicultural de Manchester, nos resguardaríamos de la lluvia durante el viaje en bus y conoceríamos más lugares de la ciudad reduciendo tiempo y esfuerzo.

Princess Street vista ya desde la parte alta del autobús con destino a la milla del curry

 Un paseo en bus de línea que resultó mágico y entretenido por las vistas

 Una particular escultura en las proximidades de la Universidad

 Las luces haciendo de las suyas en una jornada cada vez más húmeda y tormentosa

 Y tras el breve descanso a nuestras piernas, arribamos a destino

 Pichi retratándose con una india como si estuviese en el centro de Bombay

 Curry Mile, la zona con más mezcla gastronómica y racial de Manchester

 Esta zona de la ciudad es famosa por aglutinar uno tras otro un sinfín de restaurantes hindues y otros lugares del planeta. Para alguien que rompía su virginidad internacional con este viaje, esto resultó ser toda una atracción. Para nosotros lo fue, así que imagináos lo que supuso para nuestro compañero de viaje. Y es que no solo eran los restaurantes, también las tiendas, los productos, las gentes del barrio y un largo etcétera. Fue como una pequeña vuelta al mundo sin salir de la misma calle.

Como no podía ser de otra manera, aquí buscamos un lugar para comer sin gastar mucho

Tras la abundante comida optamos por ir dando un paseo hasta el centro a modo de despedida de la ciudad. Nos pateamos toda la calle Oxford pasando por la Universidad, el hospital y otros lugares de ocio y encuentro. Al final casi nos tocó correr para llegar a tiempo. Una vez en el albergue, recogimos nuestras mochilas, nos despedimos, unos más efusivamente que otros, de la recepcionista y partimos hacia la estación de autobuses. Ahora si que si, decíamos hasta la próxima a la ciudad de Manchester. Escocia y la familia de nuestro amigo Chema estaba a unas horas de distancia.

sábado, 30 de agosto de 2014

Liverpool y II, entre el comercio imperial y la noche beat

Lo habíamos dejado a la salida de la Catedral Metropolitana de Liverpool. Llevábamos en la ciudad medio día y ya habíamos pateado sus principales rincones y calles. Habíamos visto la zona de los muelles, la catedral y la zona del centro. Pero aún la ciudad beat por excelencia nos tenía deparadas unas cuantas sorpresas. Aquella segunda parte de la jornada la dedicamos a conocer el barrio de Castle Street, la zona del Cavern, ese mítico local donde empezaron Los Beatles, y el Area de Pier Head. Hasta tuvimos tiempo para tomar unas degustaciones típicas antes de regresar a Manchester.

Tras la comida tradicional y la visita a la peculiar Catedral Metropolitana, continuamos con la ruta. No faltó el necesario café take away (no confundir con return the buey). Y casi sin darnos cuenta llegamos hasta las puertas de la estación de tren. Bueno, en realidad si que nos dimos cuenta, porque tuvimos que caminar un buen rato en el que no faltaron las risas.

En la estación de Lime Street el reloj marcaba las tres y hasta las palomas buscaban siesta

Fernando no dejó pasar la tipica foto detro de la cabina

Ya se sabe que caminar por una ciudad grande implica siempre grandes recorridos. A pesar de que Liverpool tiene un tamaño manejable, las distancias tienen lo suyo. Así que sin parar de caminar fuimos acercándonos al barrio de Stanley Street . La zona, conocida también como el área de Castle Street, está enmarcada dentro de esas partes de la ciudad declaradas Patrimonio de la Humanidad. Aquí, de nuevo, comprobamos la pujanza de este puerto, sobretodo durante el Siglo XIX, cuando buena parte del comercio con el Imperio Británico pasaba por Liverpool. Enormes edificios nos dieron la bienvenida.

Antes de entrar en materia repostamos unos dulces para mitigar el cansancio

 La arquitectura, la gran protagonista de esta parte de Liverpool

 La calle del Castillo, que da nombre al barrio en el que nos encontrábamos


El edificio de la India, portentosa construcción comercial

Por las proximidades de las "tres gracias", ya cerca del puerto

Pasear por estas calles fue la mejor manera de comprobar la importancia que tuvo el puerto de Liverpool. Fue toda una delicia caminar entre estos enormes bloques por el que antaño trasegaron mercancías y personas de buena parte del mundo. Eso si, el cansancio se hacía cada vez más patente en nosotros. Así que cuando llegamos a la zona del Pier Head, junto al puerto, aprovechamos un banco para hacer un merecido descanso. Ninguno de los tres lo propuso, pero los tres lo hicimos lo mismo y sin mediar palabra.

Una breve parada junto al embarcadero a la isla de Wight con vistas a la ciudad

Ni que decir tiene que parar un rato nos devolvió la vida. Sobretodo a nuestras piernas, que habían superado con creces la decena de kilómetros. La tarde avanzaba y con ella llegaban las luces de ensueño. Después de pasar la mayor parte de la jornada entre nubes amenazantes, el sol tomaba impulso. Íbamos a encontranos con la mejor luz del día en la zona de las Tres Gracias. Allí donde la ciudad comercial se une con la portuaria. Una zona también declarada patrimonio de la Humanidad donde conviven edificios históricos con construcciones más modernas como el museo de Liverpoool. Como no podía ser de otra manera, nos la gozamos con las luces mientras nuestro ritmo se volvía más pausado y tranquilo.

Las primeras luces del atardecer nos pillaron paseando junto al rio Mersey

 Jugando con las luces y los reflejos a las puertas del Museo de Liverpool

 Con una luz tan luminosa y agradable no era difícil encontrar encuadres llamativos

 Una más de reflejos y líneas, otra visión de la ciudad de Liverpool

Paseando por esta zona con la agradable luz del atardecer, sufrimos uno de los momentos de más risas del viaje. Y eso que hubo un montón de ellos. Quizás por el cansancio o por la simple tontería, acabamos a carcajadas después de arribar al dique seco del puerto de Liverpool. Pensamos entonces que una buena traducción de este espacio podría ser "Say what dry". Una simple tontería que nos obligó a echar lágrimas y carcajadas a dolor.

Un último paseo por la zona del museo antes de ir en busca del Cavern 

Llevábamos todo el día caminando por la ciudad y no habíamos sido capaces de encontrar el Cavern, ese lugar mítico donde comenzaron a tocar los cuatro de Liverpool. Quizás porque no miramos mucho el mapa o porque siempre caminábamos sin una dirección fija y como improvisando, el caso es que no habíamos logrado dar con este local. Ya con la noche llamando a la puerta nos fuimos acercando a la calle Victoria, hasta que de repente...

Sacando esta foto descubrimos que por fin habíamos dado con el lugar a visitar

 La puerta de entrada de este local, que en realidad no está ubicado en lugar en el que comenzaron los Beatles, es todo un reclamo para los visitantes que se acercan a Liverpool. Para sacarse una foto con la estatua del tío John postrado en su pared hay que hacer cola. Aun así el lugar tiene su punto de magia. Y uno siente que está en un lugar que marcó y fue marcado por la música hasta nuestros días. Lo que más nos llamó la atención fue la decoración de la fachada: todos los artistas que pasaron por la sala tienen grabado su nombre en los ladrillos. Todo un curso básico de música en una simple pared.

Casi nada, y eso que solo es una parte de la fachada

 La calle Mathew, donde convive el pasado Beatle y los comercios de ropa y souvenirs

 Una calle rebautizada y de obligatoria visita 

 Una calle donde también abundan los locales de música y de cerveza

Una vez que dimos con esta calle llena de sonido comprendimos que habíamos visto todo lo que había que ver de la ciudad. Así que a partir de ese momento nos tomaríamos el resto de la visita con mucha más calma y sosiego. En primer lugar nos tomaríamos unas cervezas para celebrar nuestro paso por Liverpool. Luego ya habría tiempo para dar un último paseo nocturno. Pero lo primero era lo primero.

Cervezas y Kalimotxo al estilo local con tapas de ensaladilla rusa de lata para no desfallecer

Tras las cervezas, donde no faltaron las risas, continuamos con nuestra ruta. Todavía nos quedaban un par de horas largas para tomar el autobús de regreso a Manchester. Así que optamos por dar un paseo para bajar las latillas que nos iba a llevar a la zona del Albert Dock. La idea era conocer esta agradable zona portuaria por la noche. Hasta allí nos encaminamos cuando casi sin quererlo estábamos cruzando el gran centro comercial Liverpool One. No deja de ser llamativo eso de caminar por una calle que es un centro comercial. O un centro comercial cruzado por calles, que también puede valer.

Los escaparates, a parte de precios de infarto, nos mostraban llamativas imágenes

 Ya muy cerca del Albert Dock esperando nuestro turno de paso

 Aspecto que mostraban los antiguos almacenes y muelles hoy reconvertidos hacia el ocio

Y una última toma a modo de despedida de esta zona, sin duda la más atractiva de la ciudad 

De camino hacia la estación de autobuses optamos por buscar otro bar en el que saciar la sed

En realidad lo que necesitábamos era buscar un WC dado el efecto diurético de la cerveza. Así que cuando encontramos un bar bien parecido entramos a tomar unas degustaciones. No teníamos demasiado tiempo para tomar más cervezas. Ni tiempo ni dinero. Así que nos tomamos unos buenos chupitos de whisky que acabaron de animarnos antes de regresar a Manchester.

Fernando manejándose con el inglés para pedir en la barra de este lustroso local

 Cuando salimos del bar la vista nos hacía efectos raros, sería cosa del cansancio

Una vez en la estación, esperamos a que llegase nuestro autobús. Realmente estábamos cansados. Habíamos pasado más de doce horas pateando sin descanso y todavía quedaba regresar al albergue a Manchester. La jornada había merecido mucho la pena. Habíamos conocido a fondo la ciudad de Liverpool pero también nos habíamos pegado una paliza de las buenas a caminar. Ni que decir tiene que durante el trayecto de poco más de una hora, hubo quien aprovechó para recuperar horas de sueño perdidas.

Este fue el panorama que me acompañó durante el viaje de Liverpool a Manchester

Cuando llegamos a Manchester pusimos rumbo al albergue. Una vez allí preparamos algo de cena y nos fuimos a acostar. El día había sido más que intenso y Liverpool nos había dejado un muy buen sabor de boda. Pero había que guardar fuerzas para el resto de jornadas. Al día siguiente tendríamos toda la mañana para conocer Manchester. Así que una vez más nos iba a tocar madrugar. Ni que decir tiene que aquella noche caímos rendidos como pellejos.