Continuábamos con nuestro peculiar vermut y ya habíamos alcanzado el ecuador de la tarde. Poco a poco la ciudad se iba llenando de gente, al principio sobretodo jóvenes, que llegaban para disfrutar del concierto de Bustamante. Nosotros nos quisimos apartar un poco de este jolgorio y seguimos con nuestra tranquila y agradable ruta modernista por la ciudad.
Alejados del centro, dimos con la cocina económica
En esta zona la forja era tan o más llamativa que los propios edificios
Ventanal de la Casa Rodríguez Fernández, del año 1912
A veces lo bello puede esconderse en cualquier lugar, solo hay que saber mirar
Esta forja modernista nos pareció sublime, ¿no es pura poesía?
Vivienda de la calle Concepción Arenal número 53
La zona por la que paseábamos estaba algo más alejada del centro y de las principales calles comerciales. En realidad fuimos hasta es parte de la ciudad para contemplar una serie de viviendas que marcaba el folleto del Modernismo ferrolano que nos habían dado en la oficina de turismo. A parte de estas casas más importantes nos encontramos con una multitud de detalles muy interesantes. Vamos, que en cualquier casa que a simple vista parecía normal, nos podíamos encontrar auténticas joyas visuales. Lo dicho, que hay que saber mirar para encontrar.
Otra peculiar forja en una vivienda cualquiera de Ferrol
De regreso a la zona más céntrica de la ciudad
Paseando por las proximidades de la Plaza España de Ferrol
En el entorno de la Plaza de Callao también nos encontramos muestras de Modernismo
Edificación en el número 82 de la Calle Magdalena
Aprovechamos que estábamos cerca del hotel para hacer una pequeña parada técnica. Desde que habíamos llegado a la ciudad apenas habíamos tenido tiempo para el sosiego. Estábamos cansados de tanto caminar y también por los kilómetros que habíamos rodado en los últimos días. Aun así el descanso no duró mucho. Teníamos que apurar las últimas horas de la tarde para acabar de empaparnos de Ferrol. Todavía nos quedaban unos cuantos imprescindibles, como edificios señeros o el barrio viejo de la ciudad.
Nuestra habitación con nuestras compañeras de viaje y de cama
Una de las muchas balconadas llamativas que nos encontramos durante nuestro paseo
La casa Romero, una de las más significativas del Modernismo ferrolano
Detalle de uno de los balcones de la casa, donde la imaginación de sus detalles son desbordantes
Más forjas y más balcones, y es que la ciudad da para mucho
Una penúltima toma de la Casa Romero, con vistas a la plaza de Galicia
Y esta si que es la última, ventanal de marcadas líneas modernistas
Continuamos el paseo con una luz que poco a poco iba engrandeciendo la ciudad
Más detalles constructivos, estos un poco más descuidados pero igual de llamativos
Llegando al barrio viejo de Ferrol, mucho menos cuidado que el centro
Tras los distintos paseos llegamos a la conclusión de que el estado de conservación de la ciudad es aceptable. Sobretodo en lo referente al Modernismo y al barrio de la Magdalena. Eso si, también nos encontramos con viviendas tan interesantes como olvidadas. También nos llamó la atención lo descuidada que está la zona vieja. En este barrio muchas casas están más que en ruinas. Una pena, pues el conjunto del centro bien cuidado daría aún más lustre a esta ciudad. Tras conocer esta zona y sus bares, regresamos al centro. Todavía nos quedaba por ver una de las casas más llamativas del Ferrol modernista.
La casa Pereira 2, un auténtico derroche de formas y distribución
Detalle de la galería de la Casa Pereira 2
Y una última toma de otro de los ornamentos que atesora esta joya ferrolana
Con las últimas luces del día llegamos a la Fonda Suiza, otro emblema de la ciudad
Cuando salimos a la calle todavía quedaban restos festivos de la noche anterior
Una vez en el tren nos lo tomamos con calma. Según las previsiones llegaríamos a Muros de Nalón seis horas después de partir, a eso de las dos de la tarde. Pero hubo un contratiempo. En Viveiro, Lugo, el tren se detuvo para no volver a andar. Feve nos daba la posibilidad de hacer el trayecto en taxi dada la avería. Pero no podíamos llevar las bicis. Y tampoco las podíamos quedar allí para que las enviaran en el siguiente tren. Al final nos tocó esperar a que llegara el siguiente tren a eso de las cinco de la tarde. Ahora si que nos lo teníamos que tomar con más calma todavía.
Así que como teníamos tiempo de sobra, nos acercamos hasta la playa
Hicimos unos cuantos kilómetros más para llegar y regresar de la playa. Pero mereció la pena, tanto por el buen tiempo como por el gustoso baño que nos pegamos. A la hora de la comida, de nuevo en Viveiro, hicimos una parada en un bar que ya conocíamos de otros viajes. Allí esperamos con caldos locales la llegada de nuestro tren.
La última foto de nuestro peculiar viaje en bicicleta a Santiago de Compostela
Tras los ribeiros regresamos a la estación de tren. Allí nos comimos un bocadillo mientras veíamos el final de etapa de la Vuelta ciclista a España. Nosotros también estábamos de vuelta. El tren llegó a eso de las cinco. Hasta cerca de las nueve no llegamos a Muros de Nalón. Vamos, una auténtica odisea: Ferrol - Muros de Nalón, 13 horas de viaje. Luego, bajamos en bici hasta San Esteban. Ahora si, después de una semana de viaje nuestra peculiar aventura había llegado a su fin. No solo habíamos logrado arribar a Santiago pedaleando. También habíamos regresado sanos, salvos y sobretodo, muy contentos. ¡¡Prueba superada!!