martes, 29 de enero de 2013

A Santiago en bicicleta y 5 (Sobrado dos Monxes - Santiago)

Después de cuatro jornadas pedaleando sin descanso, llegaba la hora de la verdad. Ante nosotros teníamos la última de etapa del viaje, la que nos dejaría en Santiago. Fue un día de ejercicio, porque al final nos perdimos e hicimos más kilómetros de los que debíamos. Pero no había problema. Santiago estaba realmente a un paso y aquella última jornada de viaje la cabeza pedaleaba más que las piernas, ya cansadas del esfuerzo. Era el último día de pedaleo, así que había que disfrutarlo como se merece. Y es que uno no llega a Santiago de Compostela todos los días en bici.

La última etapa del viaje en bicicleta a Santiago fue la más corta de las cinco que realizamos. Tan solo rodamos durante 65 kilómetros (diez más de los previstos) y lo hicimos por un terreno con apenas puertos. Aquél día subimos dos puertos de quinta categoría y ascendimos un total de 400 metros. La jornada transcurrió por carreteras locales y generales que en continua ondulación nos ofrecieron subidas y bajadas más o menos cómodas. Todo esto era lo de menos. Teníamos nuestra meta tan cerca que ni el cansancio, ni los kilómetros, ni las subidas podían hacer mella en nosotros. Estaba claro. Íbamos a lograr llegar a destino después de pedalear durante más de 370 kilómetros.

Desayunando de buena mañana y con cara de sueño para afrontar la última etapa

El monasterio de Sobrado desperezándose entre la niebla

Los primeros kilómetros de la jornada los hicimos entre nieblas frescas

Pedaleando arropados por los bosques y animados por la cercanía de la meta

El día apenas tenía dificultades, tanto en kilometraje como en orientación. Desde Sobrado dos Monxes teníamos que llegar por carreteras locales hasta Arzúa. Y desde allí seguir la nacional 547 que nos llevaría directos a Santiago. Pero quisimos cambiar esta ruta para buscar otra con menos tránsito de vehículos. Así que nos metimos, ayudados por el mapa por carreteras más que locales con la intención de llegar a Santiago por otra nacional, la 634. Al final, perdimos la pista y acabamos dando un rodeo de 10 o 15 kilómetros más para llegar a Arzúa. Eso si, los paisajes que descubrimos y sus pueblos merecieron la pena.

Buscando la mejor ruta con la ayuda del mapa y un licor café mañanero

 Pasado el concejo de Boimorto optamos por carreteras locales y casi desiertas

Atravesando plantaciones de eucaliptos, casi las únicas alóctonas de todo el recorrido

Y tras el rodeo por viales locales, llegamos a Arzúa, donde regresamos al camino adecuado

Ahora si que si. Santiago estaba más cerca de lo que hubiéramos imaginado

Ver estos carteles que indicaban Santiago a menos de 30 kilómetros fue toda una alegría. Era casi como haber conseguido el reto. Lo teníamos hecho. A pesar del esfuerzo, el cansancio y los largos días de pedaleo, estábamos más que contentos. Estábamos a punto de cumplir este pequeño sueño. Y también, casi sin quererlo, estábamos comprendiendo lo que significa el camino: la vida. Una vida con subidas y bajadas, donde siempre hay que esforzarse para conseguir los sueños. Y una vida donde después de fuertes y duras subidas siempre hay bajadas. Y donde cuando se baja de golpe es para volver a subir un poco más tarde. Una vida, en resumen, donde es tan importante disfrutar del camino como de la propia meta.

Rodando por la nacional 547 tan ondulante como cargada de tráfico

Ver aumentar los peregrinos también era un síntoma de que estábamos realmente cerca

Llegó un momento que el camino por el que circulábamos se convirtió en una auténtica peregrinación. Cada vez nos encontrábamos más gente caminando hacia Santiago. Y en los pueblos que cruzábamos todo eran tiendas para el peregrino, albergues y casas de comida. Vamos, que comprendimos que el verdadero tirón turístico de Galicia no es ni su costa, ni su paisaje, ni su gastronomía, sino el Camino de Santiago. Aquí también nos llamó mucho la atención cruzarnos con gente que no parecían peregrinos, si no más bien turistas. Sus atuendos y sus buenas caras nos hacían pensar que sólo cumplían la última parte del recorrido. O que lo hacían con coches de apoyo o por etapas. Sin duda, se notaba quien venía de lejos y quien hacía este tramo como para cubrir expediente.

Otra subidita, que sin duda no sería la última, siempre la penúltima

La señal de rotonda, al fondo señalaba que Santiago estaba a tan solo 10 kilómetros

Ahora si, habíamos llegado a Santiago en bicicleta

Un pequeño desvió para subir al Monte do Gozo, ya en las proximidades de Santiago

El Monte do Gozo, ultima parada antes de llegar a la meta 

Este lugar fue otro de los que nos defraudó, quizás porque todo el mundo nos había hablado maravillas de él. Al final, sus vistas no son nada del otro mundo. Apenas se divisa la zona moderna de Santiago entre los árboles. Y más que un lugar de paz es todo un centro turístico donde uno puede comprar todo aquello que hay en otros lugares y cuya única novedad es que llevan el nombre de Santiago. Eso si, nada de esto tiene que ver con la sensación que uno tiene al llegar aquí y ver, claramente, que su peregrinación está a punto de concluir. Quizás por ello este lugar sea tan mágico, no por sus vistas, ni por su entorno.

Bajando del Monte do Gozo hacia Santiago

Y por fin, entrando en la ciudad de Santiago de Compostela

Buscando la mejor opción para llegar a la Catedral, encontramos esta fuerte pendiente

Entrar a Santiago de Compostela y dar con la plaza del Obradoiro, donde está la Catedral. nos costó más de lo que imaginábamos. Por un lado la señalización no es que sea muy abundante. Y por otro lado, al ir en bicicleta no podíamos circular por calles de dirección prohibida. Vamos, que nos costó un triunfo dar con el buen camino para llegar a puerto. Nos perdimos y hasta pasamos varias veces por las mismas calles antes de finalizar la etapa. Con lo fácil y vistoso que sería colocar un camino de baldosas amarillas.

Tras varios intentos, por fin dimos con las dos torres de la Catedral de Santiago

Pedaleando, tras una primera vuelta, por el centro histórico de la capital gallega

Lo primero que hicimos al llegar a la plaza fue tirarnos en el suelo: lo habíamos conseguido

Y una última foto del Komando Gorteak ante la Catedral de Santiago

Habíamos logrado cubrir los 370 kilómetros que separan San Esteban de Pravia de Santiago de Compostela en bicicleta. Todo un logro que había que celebrar por todo lo alto. El esfuerzo había valido la pena. Así que ahora solo quedaba disfrutar de Santiago y regresar a casa, cosa que al final sería otra odisea. Pero esto, como suele ser habitual, lo compartiremos con vosotros en las siguientes entradas.

miércoles, 23 de enero de 2013

A Santiago en bicicleta 4 (Baleira - Sobrado dos Monxes)

La cuarta jornada de viaje a Santiago fue de esas en las que se suda y se sufre. Era la última de las etapas con un kilometraje importante. Además nos dejaría a apenas unos 50 kilómetros de nuestro destino final. Pero por delante teníamos una jornada larga y a la vez muy vistosa. De nuevo nos volveríamos a salir del camino para trazar el nuestro propio. También llegamos a la ciudad de Lugo y entramos en la provincia de A Coruña. Vamos, que al final el esfuerzo tuvo sus recompensas.

Aquella cuarta etapa nos llevó desde Baleira (Lugo) a Sobrado dos Monxes, ya en la provincia de A Coruña. En total pedaleamos durante 80 kilómetros y ascendimos seis puertos: cinco de quinta categoría y uno más de cuarta. La ascensión acumulada fue de 720 metros y el cansancio de los días anteriores hizo mella en nosotros. Si Myriam lo había pasado mal la etapa anterior, en esta ocasión me tocaba a mi. Tendríamos que tomarnos el trayecto con calma para no acabar de apurar nuestras tocadas fuerzas.

De nuevo, al amanecer y tras desayunar, arrancamos las máquinas

La mañana se despertaba nubosa y por momentos con nieblas bajas

El castillo de Castroverde, localidad donde hicimos la primera parada del día

Se podría decir que la etapa tuvo dos partes bien diferenciadas. La primera, de unos treinta kilómetros, nos llevaría hasta la ciudad de Lugo siguiendo el trazado del camino de Santiago primitivo y la carretera comarcal C- 630. El vial, poco transitado hasta la llegada a Lugo, es más bien ondulante. La segunda parte del recorrido nos condujo por carreteras locales y por la Galicia profunda hasta Friol y luego hasta Sobrado dos Monxes. Este segundo tramo fue mucho más vistoso en cuanto a paisajes y tranquilo en cuanto a tráfico. Eso si, sus constantes subidas y bajadas acabaron machacándonos a fondo.

Una de las subiditas que nos encontramos en la comarcal 630

El Komando Gorteak, posando risueño a la entrada de Lugo

Lo primero que hicimos nada más llegar a Lugo fue acercarnos al centro histórico y buscar una farmacia. Allí pedimos remedio para mi dolor de rodilla, que poco a poco iba en aumento y hacía más fatigoso el pedaleo. A partir de ese momento mi pierna fue impregnada todo el viaje de Reflex. Y hechos los deberes nos fuimos a comer una tapa de pulpo y un par de Ribeiros. Uno no llega a Lugo en bici todos los días....

Tras la parada continuamos con la ruta. Ahora tocaba abandonar el Camino de Santiago. A si que guiándonos con el mapa y con la ayuda de algún vecino, salimos de Lugo en busca del río Miño, que nos acompañaría durante un buen trecho. A partir de aquí rodaríamos por carreteras locales

Siguiendo el Miño por carreteras sombrías y vacías o la sensación de estar perdidos

Cruzando el río Miño a la altura del núcleo de Ombreiro

A partir de entonces los paisajes rurales y bucólicos se sucedieron

Ascendiendo uno de los numerosos pequeños puertos de la jornada

Plantaciones de pinos donde ver o cruzar algún pueblo era toda una Odisea

Hórreos y campanarios barrocos, otras de las señas de identidad gallegas

Una parada en el primer bar que vimos para descansar y repostar cafeina con anís

Ir a Santiago fuera del Camino tiene sus ventajas e inconvenientes. En el camino hay más lugares interesantes y los pueblos están más acondicionado para el peregrino. Por contra, rodar por zonas alejadas del mismo, trae consigo encontrarse con gente menos acostumbrada al viajero. Además, las zonas que se cruzan suelen ser más vírgenes y aisladas. Sin duda, la tranquilidad es otra de las cosas buenas que tiene hacer tu propio camino fuera de las rutas más transitadas.

Muros divisorios tradicionales en las proximidades de Friol, Lugo

Construcción de corte rural a la entrada de Friol, a tan solo 20 kilómetros de meta

Y tras mucho esfuerzo y toboganes llegamos a Friol, pequeña capital de comarca

En Friol hicimos otra pequeña parada. Primero fuimos hasta el cuartel de la Guardia Civil para que nos sellaran la credencial. Pero como estaba cerrado tuvimos que ir a un bar próximo. Allí nos hidratamos, me eché un poco bastante de Reflex para rebajar los dolores de la rodilla y tomamos aliento para la última parte de la etapa. Solo eran 20 kilómetros, pero el cansancio los iba a convertir en una auténtica pesadilla. Por delante aún teníamos el último puerto de la jornada, sin duda el más duro del día.

Solo los paisajes, la naturaleza y las construcciones rurales mitigaban el cansancio

La larga y ondulante carretera de Friol a Sobrado dos Monxes

Y atacando el último puerto del día, que además de ser pendiente estaba en obras

Ganando altura de camino al alto de la Mamoa, frontera natural entre Lugo y A Coruña

La rodilla y el cansancio convirtieron este puerto en un suplicio, por fin, en lo alto

Atravesando lugares perdidos, alejados y como de otra galaxia

Foto conmemorativa en el límite de provincia de A Coruña

Y aquí posando amorosos en uno de los hitos del Camino

En las proximidades del alto volvimos a retomar el Camino de Santiago. Pero en esta ocasión el de la costa, el mismo que habíamos tomado al inicio y que abandonamos la primera etapa. Desde el alto solamente quedaba descender, llanear un poco y también alguna que otra ascensión. Ya muy cerca de nuestra meta de aquel día encontramos un bar en el que hicimos una parada. La cerveza que nos tomamos allí nos supo a gloria bendita. Casi habíamos logrado cubrir la cuarta etapa de viaje. Aunque el cuerpo estaba realemente cansado, la cabeza estaba al 100%. Y más aún sabiendo que Santiago estaba a poco más de medio día de viaje. Ahora la moral pedaleaba más que las piernas.


Una bajada que también fue cansada dado el estado del firme y de nuestro cuerpo

Paisajes interiores de Coruña, porque Galicia es mucho más que costa

El lago de Sobrado, ahora si que estábamos a punto de finalizar la etapa

Llegando al albergue de Sobrado dos Monxes, ubicado en el interior de un monasterio

Un albergue cargado de magia y regentado por transeuntes

Tras la ducha, un paseo por el monasterio ocupado por monjes trapenses

El albergue de Sobrado dos Monxes es un lugar cargado de misticismo y buena onda. Habitualmente uno no duerme en un  claustro con habitaciones repletas de historia y de historias. Pero a parte de su belleza y su historia, que tiene miga, nos reconfortó mucho lo que allí vivimos. Los encargados, por así decirlo, de llevar el albergue son transeuntes y gentes de la calle. Muchos de ellos deambulan por otros albergues donde los trapenses les dan cobijo y comida a cambio de colaborar en las tareas diarias.Muy digno.

Compartiendo la cena con peregrinos llegados de varios puntos de Europa y España

Una última noche mágica antes de llegar a Santiago, ¡esto ya está chupado!!

 En realidad aquella noche fue toda una fiesta. Todos los que allí dormíamos estábamos a uno o días de viaje de Santiago. Para nosotros había supuesto todo un esfuerzo y la alegría era inmensa. Así que os podeis imaginar lo que puede suponer para alguien que lleva un mes cruzando España de Irún a Santiago o para alguien que lleva meses caminando por Europa. Ahora si que si. Santiago estaba a un paso.