Tras la obligatoria visita a la Catedral hicimos un pequeño descanso. Llevábamos varias horas caminando y aprovechamos para tomar un café. La mañana estaba siendo muy productiva pero debíamos seguir. No queríamos conformarnos con lo que ya habíamos visto. Sabíamos que Palma tenía aún más tesoros guardados para nosotros. Así que después del café continuamos paseando por las calles de la ciudad.
Can Espanya Serra, construida a finales del XIX y premio a la rehabilitacion
Peculiar edificio de corte Renacentista en el centro histórico de Palma
Otro vistazo a este llamativo edificio con pintorescas esculturas
El paseo también nos deparó sorpresas como este patio
O este edificio señorial fechado en 1779
Detalle del ornamento de una de las puertas que nos salió al paso durante el recorrido
Patear por esta zona de la ciudad fue como regresar a una época anterior a la nuestra. Por momentos nos sentíamos como personajes medievales caminando por la zona amurallada de la ciudad. No era difícil imaginarse cómo podía ser la vida en esta época o en el renacimiento. Al menos el decorado era el apropiado para estos divagares. Después de un buen rato por esta zona en la que apenas encontramos turistas, regresamos a la zona del centro.Allí, de nuevo, el modernismo volvió a ganar la batalla al medievo.
Pequeño homenaje creativo a estas dos soberbias casas modernistas
Detalle de la decoración exterior del Forn des Teatre, todo un clásico
El Gran Hotel de Palma, obra de Domenech i Montaner, hoy sede cultural
Aprovechamos que estábamos metidos en harina y entramos a conocer el Gran Hotel por dentro. Este edificio, levantado entre 1901 y 1903 es considerado una de las primeras construcciones modernistas de la ciudad. Hoy en día acoge la sede de la Fundación Cutural de la Caixa. Ya en su interior pudimos disfrutar de una interesante exposición del pintor modernista Anglada Camarasa. Vamos, modernismo a raudales, tanto por dentro como por fuera.
Muy cerca del Gran Hotel está Can Casasayas y la antigua Pensión Menorquina
Otro imaginativo vistazo a la creativa construcción de Roca i Simó
Nuestros pasos también nos llevaron por calles más estrechas y lúgubres
Y tras comer en un parque, con chupito de hierbas incluido, nos acercamos hasta Es Baluard
Desde allí tuvimos esta privilegiada vista de la Catedral y su rosetón
El recorrido de tarde lo hicimos aunando arte histórico y contemporáneo
Calles solitarias de camino al edificio de la Llotja
Reflejos en la Llotja, una de las joyas del gótico civil de la ciudad
Llamativa galería de hierro en un edificio próximo a la Llotja
A veces las calles eran tan estrechas que apenas entraba la luz
No es por exagerar, pero aquella jornada hicimos más de 15 kilómetros caminando. No solo porque apenas paramos durante la mañana y la tarde. Durante uno de los descansos nos dio por mirar el mapa que teníamos de la ciudad y descubrimos que nos la habíamos pateado, salvo alguna excepción, de cabo a rabo. Desde las zonas turísticas a las comerciales pasando por los barrios con más sabor y con menos trasiego de visitantes. Estábamos muy satisfechos con el extenso recorrido por la ciudad. Había merecido la pena.Pero también estábamos reventados de tanto caminar. Eso sí, después de regresar a la pensión y cenar, aún nos vimos con fuerzas y con ganas de dar un último paseo por la noche de esta interesante urbe.
El paseo nocturno nos regaló un globo aerostático pintado en una puerta
Y también imágenes nocturnas como esta, en el Palacio de la Almudaina
Ni que decir tiene que aquella noche dormimos profundamente. No solo nos habíamos pegado una buena pateada por la ciudad. También debíamos descansar ante la que se nos avecinaba. Por delante nos esperaban tres días en coche recorriendo la isla a nuestro ritmo y antojo. Conocida la capital, ahora tocaba descubrir los pueblos y la naturaleza de esta isla balear.
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