El plan era acercarnos al Parque Natural para dar un paseo asequible por la nieve. Nuestra intención era llegar hasta el lago, pero las pésimas condiciones de la nieve y el estado de las botas de nuestro compañero de viaje nos lo impidieron. Fernando, Pichi para los amigos, sudó la gota gorda y estuvo a punto de sufrir congelaciones en los pies. Pero también disfrutó, al igual que nosotros, de los paisajes nevados de este valle glaciar que ya recorrimos completamente blanco en otra ocasión. Aquí os dejo el enlace de dicha excursión por si os apetece echar un vistazo: Blanqueo total en el Valle del Lago (Somiedo)
De buena mañana comenzamos la ruta con todo el valle cubierto de nieve
Pichi hundiéndose en la nieve desde el comienzo de la caminata
La ruta desde el núcleo de Valle del Lago hasta el Lago es asequible para todos los públicos. Tiene una distancia de unos diez kilómetros ida y vuelta y el desnivel que salva es de apenas 300 metros. Ese día nos encontramos unas condiciones de la nieve bastante malas para caminar sin raquetas. Cada dos por tres nos hundíamos hasta la rodilla. Pichi, con una de sus botas rotas, fue el que peor lo paso.
Los primeros reflejos de la jornada no tardaron en aparecer
Nuestra ruta transcurrió por el bosque, camino conocido como el de la sombra
Jugando con las formas creadas por la nieve
Acercándonos al hayedo del Valle con la montaña siempre presente
Los farallones que delimitan el valle glacial envueltos en nubes altas
Fernando salvando una pequeña subidita durante el recorrido
Poco a poco fuimos ascendiendo por el camino de la sombra. En un principio pensamos que por este sendero la nieve estaría un poco más dura. Pero todo lo contrario. Caminar por esta zona se hacía por momentos casi imposible. A pesar de todo no decaímos y continuamos hasta llegar al primer teito, tito según Pichi. Allí hicimos un primer descanso y valoramos las posibles congelaciones del pie de Fenando.
Luces y sombras en el valle del Lago, con el Albo Occidental al fondo a la derecha
Disfrutando de las vistas desde el teito y Fernando como mirando para otro lado
Toma en blanco y negro del Valle del Lago con el Albo y el pico Rubio presidiendo la estampa
Panorámica invernal del Valle de Lago por donde transcurre el camino soleado
Tras el pequeño descanso decidimos continuar un poco más. La idea era llegar o acercarnos lo más posible al lago. Primero para que Fernando conociera este lugar ágico y luego para ganar altura y así tener una mejor vista del lugar por el que estábamos caminando. Nosotros todavía aguantábamos, pero Pichi empezaba a perder fuerzas. Sobretodo porque el hielo ya se le iba clavando en los dedos de los pies.
Pichi aullando de dolor cual lobo durante la ascensión por el hayedo
Abriéndonos camino entre el bosque vestido de invierno
La peña de la Cueva, una bonita cumbre que otro día atacaremos
La expedición durante uno de los últimos desniveles que ascendimos
Pichi, cual ávido montañero con la cumbre de los Esperones al fondo
Panorámica del lugar en el que dimos por finalizada nuestra ruta al Lago
Cuando llegamos a este punto Fernando no podía más. Sus botas, por llamarlo de alguna manera, estaban prácticamente desechas. El frío se le metía, nunca mejor dicho, por los dedos de los pies. Así que allí mismo, en una cabaña derruida, hicimos un descanso para comer, reponer fuerzas y calmar los dolores de nuestro compañero de travesía. Nos quedamos a menos de un kilómetro del lago, pero dadas las condiciones y las horas en las que nos movíamos, optamos por regresar. Ahora solo quedaba deshacer lo andado.
Nada más iniciar el descenso Pichi volvía a enterrarse en la nieve
Un último vistazo al entorno próximo al lago, con el Albo Occidental como fondo
Fernando haciendo de tripas corazón para poder llegar al coche sano y salvo
Durante la bajada no faltaron las tomas creativas propiciadas por el invierno
El hayedo del valle aguantando el tirón entre la nieve y la montaña
Casi sin darnos cuenta, la luz se fue apagando poco a poco
Y con este ocaso nos fuimos acercando a Valle de Lago, donde teníamos el coche
Al final, terminamos la ruta prácticamente con la noche cerrada
Aquella noche dormimos como lirones. Sobre todo Fernando después de las penurias que le hicimos pasar. Él sabe que no lo hicimos a posta. Así que confiamos en una nueva visita suya para hacer alguna que otra ruta. Eso si, o se hace sin nieve o con unas botas nuevas.
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