Sobre las diez de la mañana dejamos el coche en el aparcamiento de Pino Llano, a 1345 metros. Nos calzamos las botas y nos pusimos a caminar. Por delante más de mil metros de desnivel que nos iban a hacer sudar de lo lindo. El Espiguete es una de esas montañas que atraen pero que también retraen. Es una de las míticas de la cordillera pero no se deja doblegar facilmente. Vamos, que no es una montaña, es una montañaza. Con la teoría aprendida sólo quedaba la práctica.Al principio nuestros pasos siguieron la senda del Mazobre, que lleva hasta la cascada homónima. No tardamos en abandonar esta pista perfectamente señalizada para tomar un sendero en dirección al refugio de la cara norte del Espiguete.
Decimos adiós a la cómoda pista y buscamos el sendero hacia el refugio
No tardamos en comprender la magnitud de esta montaña totémica
Un plano más corto de la cara norte del Espiguete, simplemente sobrecogedora
El refugio libre del Espiguete, situado en la base norteña del pico
Sin mapa pero con muchas ganas de hacer cumbre fuimos buscando el lugar más apropiado para ascender. Desde el refugio intuimos una canal que nos llevaba hasta la cresta este, un recorrido aéreo pero marcado con hitos y sendero. Hasta allí nos encaminamos. Eso si, el fuerte desnivel para llegar a la cresta no nos lo puso fácil. A pesar de que subíamos por la sombra y apenas había calor, nos tocó sudar y tirar de oficio.
Un fuerte ascenso por un terreno nada cómodo
Ganando altura con vistas a las Agujas de Cardaño al fondo
Una vez en el inicio de la cresta, las panorámicas se multiplican a uno y otro lado
Un vistazo hacia abajo, donde se ve la carretera junto a la que aparcamos el coche
Siempre en ascenso al fondo intuímos la cumbre del Espiguete, o eso creíamos
Tramo relativamente llevadero con una exquisita vista de la Montaña Palentina
En algún que otro paso tocaba trepar y ayudarse con las manos para progresar
Oteando lo ascendido: Curavacas entre la niebla, la carrtera en el fondo del valle
Todo lo que nos quedaba y más, la cumbre que se ve es la cima este, no el Espiguete
La ruta por la que ascendimos a esta montaña seguramente no sea la más asequible. Pero bueno, subir al Espiguete sea por donde sea supone siempre un gran esfuerzo. Hay que tener en cuenta que por lo menos vamos a tener que subir más de 1.100 metros de desnivel que luego habrá que bajar. La ruta, como os decía, es exigente por su desnivel. Pero también es complicada para aquellos que no están acostumbrados al vértigo y a las alturas. Tiene tramos realmente aéreos donde la caída a ambos lados es brutal. Además, para rematar, en la última parte del recorrido hay algún paso más técnico. La concentración es más que obligatoria ya que aquí no valen los descuidos. Aún así la ascensión por esta arista es muy transitada por su indudable belleza. Está bien señalizada con hitos.
Progresando por la aérea cresta del Espiguete, no apta para quienes sufren de vértigo
Seguimos progresando, Curavacas al fondo y refugio del Espiguete abajo a la izquierda
Un último esfuerzo antes de dar por finalizada nuestra ruta
A escasos metros de la cumbre este (2443 m.) con el Espiguete alzándose al fondo
En este punto optamos por finalizar nuestra ruta de ascenso. Como suele suceder en todas las montañas, las cumbres siempre están más allá de lo que se piensa. Esto nos sucedió en el Espiguete y nos chafó nuestros planes. Llevábamos cerca de cuatro horas subiendo sin descanso y ver la cumbre tan lejos y a la vez tan cerca nos hizo desistir de la cumbre. Estábamos a escasos metros de la cumbre este y habíamos superado unos mil metros de desnivel en unos seis kilómetros de marcha. Habíamos sufrido durante el ascenso sobretodo por lo aéreo del recorrido. Y éramos conscientes de que todavía teníamos que bajar. Así que no podíamos apurar las fuerzas al máximo. Ahora, echando la vista atrás, nos damos cuenta de lo cerca que estábamos. Pero en fin, también tenemos la excusa perfecta para volver a esta mágica montaña.
La cumbre del Espiguete con el embalse de Riaño al fondo de la imagen
Iniciando el descenso de las alturas, despacito, concentrados y con buena letra
El refugio del Espiguete visto desde la arista este, desnivel y vértigo en la misma toma
La cresta que habíamos ascendido vista durante la bajada
Superado el tramo más vertiginoso todavía quedaba bajada por delante
Durante el descenso la niebla se disipó y disfrutamos de otro grande: el Curavacas
Y al final vimos el aparcamiento allá a lo lejos y a lo abajo
Una vez en el coche nuestras piernas dieron muestras de cansancio por el esfuerzo realizado. Habíamos cubierto mil metros de subida y otros tantos de bajada. Vamos, como si hubiéramos estado subiendo escaleras de fuerte pendiente sin descanso y durante unas cuantas horas. A pesar de no haber alcanzado la cumbre estábamos más que satisfechos con la excursión realizada. Una de esas travesías aéreas que serán difíciles de olvidar. De regreso a Valladolid paramos para contemplar el Espiguete en todo su explendor. En un apartado de la carretera pudimos divisar todo el recorrido realizado por la arista este y lo cerca que habíamos tenido la cumbre.
Por la izquierda: Espiguete, Cumbre Este y arista llegando hasta el río, casi nada
Con un muy buen sabor de boca emprendimos el camino de regreso. En Velilla del Río Carrión nos tomamos la obligatoria caña. Y tras este breve descanso continuamos con el viaje en coche. Aquella noche si que dormimos a pierna suelta
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