El alba nos recibió en Cala Pi, al sur de la isla. Apenas tuvimos tiempo para desperezarnos. Teníamos que devolver el coche en el aeropuerto, regresar a Palma de Mallorca y buscar alojamiento para la última noche del viaje. Vamos, una mañana movidita antes de tomarnos con más calma la segunda parte del día.
Nos despedimos de la costa de Cala Pi y emprendimos ruta
Ya en Mallorca y con todos los trámites realizados aprovechamos la tarde noche para seguir indagando en la arquitectura modernista de la ciudad. Ya habíamos descubierto sus edificios más reprentativos al inicio del viaje. Pero todavía teníamos pendientes algunas viviendas interesantes. Así que nos pusimos a ello. Paseo por aquí y paseo por allá fuimos dando con esos lugares aún escondidos para nosotros.
Can Barceló, proyectada por Bartolomeu Ferrá a comienzos del siglo XX
Detalle parcial de la forja y el azulejo utilizado en esta vivienda
Paseando por Palma mirando hacia todas las direcciones
Así, sin un rumbo fijo, aparecimos en la plaza de San Francesc
Detalle de la fachada de la iglesia, apenas modernista pero también llamativa
Durante el recorrido tampoco faltaron las estrechas callejuelas
Un creativo vistazo a este edificio que nos sorprendió escondido entre las calles
Puerta y escalera de corte modernista, abundantes en el centro
La verdad es que este amplio y relajado paseo por Palma mereció mucho la pena. Poco a poco la tarde avanzaba. Y sin querer queriendo nos salimos de la zona centrica. Nos fuimos al arrabal de Santa Catalina. Allí se agrupan numerosos ejemplos de arquitectura modernista. Este barrio, que en su día fue el de pescadores, prosperó a finales del siglo XIX y comienzos del XX. De ahí su interés. Su modernismo quizás no sean tan espectacular ni estén en tan buen estado como el más señero de la ciudad, pero bien merece una visita. Abundan los detalles y cada una de las paralelas calles sorpende con algún motivo, algúna curiosidad arquitectónica o algún edificio llamativo.
Can Palmer uno de los ejemplos modernistas más conocidos del barrio
Detalle de la fachada de la Ferretería La Central
La oscuridad, la escasa de iluminación y la falta de trípode nos privaron de más fotografías con las que documentar este paseo modernista por el barrio de Santa Catalina. Eso si, nuestros ojos gozaron de lo lindo antes de regresar a la pensión. Las horas de paseo habían volado y la media noche ya había pasado hacía un rato. Así que para evitar que la madrugara nos pillara por sorpresa, regresamos a la pensión.
El paseo de Mallorca de regreso al centro de la ciudad
A la mañana siguiente, 3 de octubre, madrugamos para apurar las últimas horas del viaje. Desayunamos y nos fuimos a dar un último garbeo por la ciuadad. La tarde anterior ya nos habíamos despedido de la arquitectura de principios del siglo XX de Palma. Pero también queríamos hacer lo propio con la zona más antigua de la ciudad. Y es que después de todo, a nosotros la capital de la isla nos dejó ese sabor de boca mitad medieval mitad modernista.
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El palacio real de buena mañana
Callejeando dimos con estos alerones tan amplios como históricos
Detalle de la madera ornamental en el Ayuntamiento de Palma
Y como no, reflejos para despedirnos de la ciudad y de la isla
No tuvimos tiempo para más. Tomamos el autobús, llegamos al aeropuerto y cuando nos quisimos dar cuenta estábamos de vuelta a Asturias. La satisfacción era palpable, aunque se terminasen las vacaciones. Habíamos pasado ocho intensos días disfrutando de la isla. Nos trajimos con nosotros un muy buen sabor de boca. Así que Mallorca se une a la lista de destinos a los que queda pendiente regresar. Uno más.
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