Una vez en el aeropuerto, recogimos un coche de alquiler que ya teníamos reservado. Era lo único asegurado de este viaje que, de nuevo, se iba a cocinar sobre la marcha. Lo que estaba claro es que no íbamos a Madeira en busca de playa, si no en busca de montaña. Otra vez más las botas de monte se hacían hueco en nuestra mochila. La naturaleza sería la gran protagonista de este viaje por la isla atlántica.
Parada técnica y de reposo en el núcleo de Machico, cerca del aeropuerto
Al llegar a Madeira estábamos un poco desubicados. No por que fuera de noche, que también, si no porque estábamos en un lugar desconocido hasta el momento. Y sobretodo por que nos habíamos pasado prácticamente todo el día para llegar de Muros de Nalón a esta isla de origen volcánico conocida desde su colonización por su madera, sus bosques y sus montañas. Así que nada más salir del aeropuerto buscamos un pueblo en el que centrarnos. Dimos un paseo por Machico, cenamos algo y nos acostamos en el coche. A la mañana siguiente sabríamos a ciencia cierta dónde realmente nos hallábamos.
El núcleo de Machico, pegado a la montaña y en la costa suroeste de la isla
Vistas hacia el resto de la isla de Madeira antes de comenzar la ruta
Las vetas y los colores de las montañas pronto nos cautivaron
El pico do Furado, el cual ascendimos, con las islas desertas al fondo
La vereda de San Lorenzo, una ruta muy bien señalizada y de escasa dificultad
Caminando por la zona más calurosa y expuesta de Madeira
En Madeira, como sucede en muchas de las islas Canarias, podemos encontrarnos un clima muy distinto sin apenas movernos una decena de kilómetros. En la zona alta de la isla abundan las nieblas mientras que en las zonas bajas del sur es el sol el que predomina. En San Lorenzo, una especie de península casi oprimida por el Atlántico, suele reinar el buen tiempo y también el viento. Por lo general la isla goza de un clima benigno durante todo el año. De ahí que el turismo sea uno de sus principales fuertes.
Asomados a un abismo de rocas volcánicas, una explosión natural
Caminando a buen ritmo pronto tuvimos nuestro objetivo más cerca
Un vistazo hacia atrás antes de llegar al punto más alto de la isla
Vistas desde el Pico do Furado, con las islas Cevada y Farol bajo nuestros pies
Panorámica desde la cumbre con la bahía y el sendero recorrido
De regreso vimos la magnitud del lugar por el que pateamos
Otro de los tramos más llamativos, con el Pico do Furado a la derecha
Una ruta muy vistosa y entretenida con la montaña y la mar como escenario
El poder creador de la naturaleza, todo un derroche de formas y colores
Y una última toma con la mar embravecida antes de llegar al coche
A media mañana, cuando la mayoría de los turistas arribaban al aparcamiento para comenzar la ruta, llegamos al coche. Había merecido la pena madrugar para disfrutar de esta ruta casi en soledad. Y todavía teníamos un montón de horas de luz para seguir recorriendo la isla. Así que nos pusimos manos a la obra. Lo primero de todo sería acercarnos a Porto da Cruz para tomar la cerveza de rigor. Luego ya se vería.
No cabe duda que hay tremendos paisajes que todo mundo debemos intentar disfrutar en persona al menos una vez en la vida.
ResponderEliminarHoteles Distrito Federal