viernes, 14 de febrero de 2014

Mallorca de cala en cala, entre caliza y sal

Aquel 1 de octubre era nuestro último día completo con coche de alquiler en Mallorca. Así que era el último que podíamos aprovechar para conocer las muchas y variadas playas de la isla. Durante las vacaciones ya habíamos tenido rutas de montaña, de pueblos, de naturaleza y también históricas. Ahora tocaba disfrutar del sol y del buen tiempo. Y es que la mañana se despertó soleada y agradable. De hecho comenzamos la jornada con un baño en la piscina del hotel cerca de Artá. Durante el día recorreríamos toda la parte este de la isla, cerrando así esa suerte de círculo entorno a la costa que habíamos iniciado días atrás.

Para aprovechar el día optamos por dedicarlo integramente a la playa. Pero no nos pasaríamos horas y horas en tirados en la arena tostándonos al sol. Realizaríamos un recorrido por diversas playas. Unas playas que fuimos eligiendo sobre la marcha, con la ayuda del mapa, intuición y una ruta turística que encontramos en una publicacion del Ministerio de Fomento de 2003. La primera parada sería cerca del alojamiento donde pasamos la noche, en Cala Mesquida.

Lo mejor de este lugar, su entorno natural

Como os podéis imaginar la ruta intentaría evitar todas esas playas repletas de gente. Nosotros buscábamos tranquilidad y también conocer un poco mejor este litoral repleto de calas, cuevas y caprichosas formas modeladas por la erosión. Así que tras un baño y un breve paseo por Cala Mesquida, continuamos con la ruta. La siguiente parada sería unos cuantos kilómetros más allá, en Cala Morlanda, cerca de Porto Cristo.

Lo que nos atrajo de esta playa fueron sus cuevas y también su entorno

 Aquí en vez de bañarnos disfrutamos de los colores naturales

 Una cala tranquila donde abundan los rincones

 Aprovechamos la parada y paseamos por el entorno, tan calizo como salado

Los acantilados a veces servían de atalaya


 Lo más llamativo fueron las formas saladas que encontramos

Las luces y los colores tampoco se quedaron cortos durante el paseo por Cala Morlanda

Tras el interesante recorrido costero regresamos al coche y a la carretera. Poco a poco el reloj avanzaba y se acercaba la hora de comer. El día parecía que se iba a torcer. Pero no nos desanimamos y continuamos con el plan previsto. Pasamos de largo por las cuevas del Drac y tras un lío de carreteras y urbanizaciones acabamos dando con S´Estany d´en Mas. Una interesante playa también conocida como cala Romántica, rodeada de farallones calizos y más concurrida de lo esperado. Allí aprovechamos para comer.

Restaurante de cuatro tenedores y vistas al Mediterráneo

Tras el café reglamentario continuamos con la ruta. A partir de ahora ya no haríamos más paradas hasta llegar a la última playa que teníamos en mente conocer. Habíamos dejado para el final la joya de la corona. Caló des Moro y S´Almunia, consideradas como unas de las más expectaculares de la isla. Llegar hasta aquí nos puso a prueba. Eso si, todo merecía la pena. El lugar, apartado y no muy plagado de turistas, es de esos que dejan huella.

Nada más bajar a la playa encontramos estas caprichosas cuevas

 Donde la erosión y los colores eran más que llamativos

Caló des Moro vista a través de su particular marco natural 

 Junto a esta cala se encuentra S´Almunia, a donde fuimos en busca de sol

 La parte exterior de la costa pronto se fue tiñendo de atardecer

 Desde lo más alto disfrutamos de estas vistas de Caló del Moro

 Y al otro lado S´Almunia, donde disfrutamos en soledad del ocaso

 El día estaba siendo completo, qué mejor manera de cerrarlo que así

Con la noche ya sobre nosotros nos acercamos al Cap de ses Salines, el punto más al sur de la isla. La idea era pasar allí la noche, como ya habíamos hecho en el Faro de Formentor. Pero antes de llegar nos encontramos unas vallas que nos impidieron el paso. Así que tuvimos que cambiar los planes sobre la marcha. Entonces nos acercamos a Ses Salines a tomar una merecida cerveza y de paso centrar un poco. Allí decidimos seguir por carreteras locales y desiertas hasta Cala Pi, el lugar en el que acabaríamos pasando la noche. Un lugar también cargado de magia.

Alumbrados por la luna conocimos esta llamativa playa envuelta en paredes calizas

Un vistazo desde el aparcamiento, donde pasamos la última noche en coche de este viaje 

La última toma de la noche antes de soñar con tiempos históricos y belicosos

Tras la cena y un pequeño paseo por este lugar nos dimos otro capricho. Nos metimos en un hotel y nos tomamos un buen cóctel.¡Qué menos! Habíamos finalizado nuestro recorrido en coche por la isla y todo nos había salido a pedir de boca. Después dormimos acunados por las olas y con la isla de Cabrera en el horizonte. Volvimos a caer rendidos. Al día siguiente tocaba devolver el coche y regresar a Palma, donde pasaríamos una última noche antes de regresar a Asturias.

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