A eso de las ocho de la mañana estábamos tomando un café en el hostal en el que habíamos dormido en Quintanar. Luego completamos el desayuno con cosas que teníamos en el coche. Después, ya con las pilas cargadas, nos dirigimos hacia las lagunas de Neila, un reducto de la glaciación en la provincia de Burgos. Ya que el tiempo nos había impedido salir al monte en Soria, queríamos aprovechar la estancia en la zona para patear este interesante entorno lacustre.
Las vistas desde el hostal en Quintanar de la Sierra presagiaban una mañana fresca
Tras varias decenas de kilómetros llegamos al entorno de las lagunas de Neila. Nos encontramos todas las barreras abiertas, así que llegamos hasta donde finalizaba el vial. Una vez allí nos calzamos las botas y nos propusimos dar un paseo. Junto al aparcamiento vimos un sendero en el que se señalizaba el alto de La Campiña a poco más de una hora. Así que hasta allí nos fuimos. Salimos sin agua y sin comida, creyendo que sería un paseo menor. Pero finalmente hicimos una ruta completa que nos permitió ver las cinco lagunas que conforman este paraje burgalés marcado por su pasado glaciar.
El ascenso pronto nos permitió divisar la Laguna de los Patos y la Laguna Brava
Una zona donde los pinos y el pasado glaciar pugnan por el protagonismo
El frío se palpaba en el ambiente y se hacía notar en la flora
Una vez llegamos a la crestería divisamos la Laguna Larga y la Negra
Hacia el sur las vistas se perdían en las provincia de Burgos y Soria
La Laguna Larga, en primer término y la Laguna Negra de Neila al fondo
Llegando al alto de La Campiña (2.049 metros), el punto más alto de la zona
Durante todo el paseo el frío fue intenso a pesar del sol
La ruta circular que realizamos tiene una distancia aproximada de unos ocho kilómetros y no tiene pérdida. Primero hay que llegar al cresta que delimita las lagunas y seguirla hasta el final del cordal. Después hay que bajar hasta el borde de las lagunas y regresar hasta el punto de partida por la zona baja. A nosotros nos llevó realizar el paseo unas tres horas. Haber madrugado nos permitió disfrutar de esta zona en completa soledad. Eso y que la ruta la realizamos un lunes. Todo un placer para los sentidos.
Siguiendo el cordal de la sierra con el alto de La Campiña al fondo
Llegando al punto final del cresta con la Laguna Negra de Neila a nuestros pies
Islote boscoso de la Laguna Negra visto desde las alturas
Al fondo la cresta por la que caminamos y que seguimos para descender a las lagunas
Dirigiéndonos al coche por los restos de las morrenas glaciares de Neila
Cerca del coche tomamos un desvió para ver desde las alturas la Laguna de la Cascada
Otra toma de la laguna, con unas llamativas formaciones rocosas en su entorno
Una vez en el coche tomamos rumbo a Neila, un coqueto pueblo serrano de Burgos que parece estar anclado en el tiempo y aislado de la civilización. De hecho el pueblo más cercano está a varias decenas de kilómetros por carreteras que en invierno son difícilmente transitables. Allí nos tomamos un café en el único bar que vimos abierto y también conocimos varios puntos de interés: el nacimiento del río Neila (que toma el nombre de Najerilla una vez entra en la provincia de La Rioja) y la iglesia románica de San Miguel.
El nacimiento del río Neila, surgiendo de una cueva
Detalle del ábside de la iglesia románica de San Miguel
Tras el paseo por las calles de esta villa continuamos con nuestro viaje. Podíamos haber regresado a Quintanar de la Sierra u optar por carreteras mejores. Pero como solemos acostumbrar, nos decantamos por un recorrido más largo y tortuoso pero también más rico en paisaje. Desde Neila nos dirigimos a Nájera (La Rioja) siguiendo el curso del río que poco antes habíamos visto nacer.
El embalse de Mansilla, ya en La Rioja, prácticamente bajo mínimos
Una estampa poco habitual de la antigua localidad de Mansilla
La carretera serpenteante nos llevó por parajes prácticamente desérticos. También disfrutamos de montañas rotas por la aridez. Así, después de unos cuantos kilómetros que se nos hicieron eternos, llegamos a Anguiano. Allí hicimos una parada y aprovechamos para comer un menú del día. Esa sería nuestra única parada en nuestro viaje de regreso a Asturias, así que debíamos coger fuerzas.
Botellón de forja en el restaurante en el que comimos
Un pequeño vistazo al núcleo de Anguiano en las proximidades del restaurante
A partir de Anguiano todo fue carretera y manta. Pasamos por Nájera, donde tenemos buenos amigos y después, ya por carretera nacional, fuimos atravesando amplias zonas de viñedo. Más tarde llegamos a Burgos y pusimos rumbo hacia León. Ya con la noche bien entrada y con el cansancio haciendo mella en nosotros buscamos un lugar en el que hacer una parada para descansar. A medio camino entre Burgos y León hicimos un alto en la localidad palentina de Carrión de los Condes. Allí no solo descansaríamos de tanta carretera, también disfrutaríamos del rico patrimonio de este núcleo por el que pasa el Camino de Santiago. Como buenos amantes del románico no podíamos desaprovechar esta oportunidad.
La célebre portada de la iglesia de Santiago, del siglo XII
Detalle de la arquivolta, donde los oficios de la época están labrados magistralmente
Paseando para estirar las piernas llegamos hasta la iglesia de San Andrés del siglo XVI
Tras el paseo por Carrión de los Condes continuamos con nuestro viaje. La idea era llegar esa misma noche a Asturias. Pero el cansancio, motivado por las horas de conducción y la ruta que habíamos realizado esa misma mañana nos lo impidieron. Así que hicimos noche en León. Y ya que estábamos por allí pues cenamos a base de tapas. A la mañana siguiente llegamos a Asturias y dimos por finalizado el fin de semana de Amigos del Otoño 2012. Ya estamos pensando en la próxima.
No hay comentarios:
Publicar un comentario