sábado, 2 de marzo de 2013

Amigos del Otoño 2012: Laguna Negra II

Lo habíamos dejado a la bajada de la zona alta de la Laguna Negra. Esa mañana lluviosa nos atrevimos y le plantamos cara al mal tiempo. Dimos un pequeño por el entorno lacustre. Paseo que nos supo a poco pero que nos sirvió para quitar el mono de montaña que arrastrábamos desde hacía semanas. Además fue la única manera de salir del refugio. A partir de ese momento casi no haríamos otra cosa que comer, hacer catas de vino, jugar al mus o simplemente pasarlo bien.

Tras pensarnos lo de subir al Urbión por la lluvia, iniciamos el descenso hacia el refugio. Durante la bajada las nubes nos dieron una pequeña tregua y eso ayudó a que pudiésemos disfrutar de la laguna en todo su esplendor y desde las alturas. Toda una delicia que nos supo a gloria en un día gris, cerrado y otoñal al por mayor.

La apertura de un corto claro nos permitió ver la laguna en toda su magnificencia

La cascada en su tramo más próximo a la laguna, ya en la parte final de la ruta

El alma de fotógrafo de bodas apareció de repente

Hayedos mezclados con pinos en las proximidades del refugio

Una vez bajo techo, nos cambiamos y preparamos la comida

Parte de la expedición envuelta en un halo de inmejorable ambiente

Durante la comida no faltaron las viandas regionales y los vinos de la tierra. Después se abrió el turno de la sobremesa y hasta hubo quien sesetó un rato. Y finalmente el grupo se dividió en dos para pasar el resto de la tarde. Unos cuantos bajaron hasta Vinuesa. Allí darían un paseo por el pueblo y avituallarían al grupo para el resto de tarde noche.

Otros cuatro optaron por echar una partida de mus junto a la lumbre

Yo me quedé entre medias de los dos grupos y me fui a hacer fotos por la zona

A pesar de que no paraba de llover quería aprovechar la visita a este lugar cargado de magia. Uno no se deja caer por estos lares muy a menudo. Así que sin pensármelo dos veces preparé la cámara y me introduje de lleno en el bosque. Estaba seguro de que los colores otoñales me harían olvidar la lluvia.

El entorno de la laguna, poblado de pinos y grandes rocas

Buscando cobijo bajo los árboles o cómo evitar que la lluvia arruine una sesión

Las manchas de hayedo animaban la tarde y aportaban color al bosque

Paisaje alpino y glaciar en la Laguna Negra, Soria

El otoño, como siempre, no defrauda y despierta la creatividad

Buscando encuadres llamativos bajo la protección de los árboles

La verdad es que aquella tarde salí del refugio sin un rumbo marcado y sin tener claro cual iba a ser el recorrido a realizar. La idea era ir dejándome llevar por el bosque intentando no alejarme mucho del refugio. Pero lo peor no fue la orientación, si no la lluvia. No era plan de que la cámara se pegase una buena mojadura, así que las tomas se vieron reducidas y marcadas por el agua. Y también por el entorno. La mayoría de las veces debía buscar refugio entre las piedras o los grandes árboles. Estaba realmente lloviendo con ganas.

Buscando las zonas del bosque con más colorido, a pesar del día gris

Y siguiendo el sendero imaginario que marcaban los árboles

Hasta hubo un instante que el cielo se abrió y me dejó ver la laguna, con nieve al fondo

Poco a poco la luz se fue apagando. Así que después de la ruta regresé al refugio. Y al calor de la chimenea intenté secar la cámara y mi ropa. Aunque breve y parco en fotografías, el paseo había merecido la pena. Como si con el recorrido gráfico me llevara conmigo una parte de este lugar encantado.

En el refugio la partida continuaba y los perdedores pedían revancha 

 Entrando en calor y atento al devenir de la partida

Al final la pareja que perdió la primera partida volvió a perder. Así que no les quedó otro remedio que cumplir su promesa. Si perdían tenían que bajar corriendo hasta el río y desnudos. Por suerte, o por desgracia, la noche ya estaba casi cerrada. Así que los intrépidos corredores no fueron vistos por nadie. Menos mal, porque hubiera sido traumático para más de un turista encontrarse a dos elementos corriendo en pelotas por el monte en mitad de la noche.

Los valientes atletas posando alegres tras superar la prueba

Cuando el resto de expedición regresó al refugio no se creían lo que había sucedido. Nos habían dejado solos un par de horas y ¡¡habíamos organizado un maratón nudista!! Ya con la noche cerrada preparamos algo de cena y catamos buena parte de las denominaciones de origen de toda España. Alguno perdió la cuenta de las botellas que cayeron. Otros perdieron el norte y el sentido. Y más de uno perdió la memoria. Vamos, una noche completita y festivalera al máximo. Menuda tropa y menudo fin de semana de monte.

A la mañana siguiente los coletazos de la resaca eran evidentes. Yo me desperté pronto, como Lutxo. Aprovechamos para acercarnos a la laguna y así desperezarnos. De regreso al refugio nos encontramos a Myriam despierta. Así que le propusimos a Lutxo un paseillo mañanero. Bordearíamos la laguna, como bien se apuntó durante el recorrido, como aunténticas cabras.

Un paseo que se presentaba apetecible, tranquilo y sin atisbos de lluvia

Peleando con las grandes rocas para llegar a suelo firme

Cuando nos quisimos dar cuenta estábamos en un atolladero. A mitad de recorrido las rocas eran tan grandes que teníamos que trepar y destrepar para avanzar. Y cuando no era eso era un bosque enmarañado que nos cerraba el paso. Y si no, el sendero que intuíamos no llegaba a ningún lado. Vamos, una auténtica aventura que puso a prueba a Lutxo, que hizo las veces de montañero en prácticas con un Komando Gorteak en estado de kamicaze absoluto. Eso si, aprobó con nota.

Lutxo, ya al final de la ruta y muy cerca de terreno llano, por fin

Cuando regresamos al refugio todo el mundo estaba despierto. Y como el día no estaba para muchos paseos optamos por empezar a recoger. Comimos algo y a eso de la una del mediodía estábamos abandonando la Laguna Negra con destino a Vinuesa. Allí tomamos un café, nos despedimos y emprendimos nuestros caminos de regreso a casa. Nosotros aprovecharíamos el viaje y quedaríamos por la zona otra noche más. Al marchar todos teníamos una sensación agridulce: algo apenados por no haber podido hacer más montaña pero muy contentos por los momentos que habíamos pasado. Resumiendo, que habrá que repetir.

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