jueves, 7 de febrero de 2013

Santiago de Compostela 1: saboreando la meta

Llegar a Santiago de Compostela en bicicleta había sido toda una aventura. No faltó el esfuerzo ni tampoco la diversión. Sin duda, un viaje en toda regla. Pero lo bueno es que una vez concluido el trayecto de ida ahora tocaba disfrutar al máximo del lugar de destino. Santiago nos esperaba con los brazos abiertos. Y nosotros, felices por haber completado nuestro peculiar camino, no dudamos en abrazarlo. Así que después de llegar a la Plaza del Obradoiro, fuimos a buscar alojamiento para aprovechar la visita al máximo. Nos quedaríamos dos noches en la ciudad para después regresar a San Esteban. Aquella jornada tocaba tomar contacto con Santiago y saborear la meta. 

 Lo primero, conocer el interior de la catedral, donde el románico toma fuerza

Disfrutando de las distintas zonas de la Seo

Interior de la capilla de la Corticela, antaño fuera de la Catedral

 Y una última toma del espacio más barroco del templo

Estuvimos un buen rato en el interior de la Catedral. La verdad es que disfrutamos de ella sin demasiada gente y pudiendo degustar todas y cada una de sus etapas constructivas. Y la verdad, fue toda una satisfacción comprobar como el románico pervive aún en su interior, cosa que exteriormente no sucede. Lo único malo fue que apenas pudimos disfrutar del pórtico de la gloria, ya que estaba en rehabilitación. Vamos, que ya tenemos excusa para volver a Santiago.

Al salir de la catedral ya se preparaba la salida de la Vuelta a España del día siguiente

Sellamos la credencial y fuimos en busca de un alojamiento asequible a nuestro bolsillo

Y después de varias vueltas, lo encontramos justo detrás de la Catedral

Una vez que dimos con el alojamiento oportuno, nos pegamos una buena ducha, comimos algo y salimos a conocer la ciudad de Santiago de Compostela. Ahora tocaba aparcar la bicicleta y caminar a paso tranquilo por las calles. Nos lo tomaríamos con calma. Queríamos disfrutar de la arquitectura y de la historia de la urbe sin agobios. Además, nuestros cuerpos no estaban como para correr. Además nos quedaríamos por la zona más céntrica para evitar los largos paseos.

Poco a poco fuimos descubriendo edificios modernistas

Y casi sin quererlo, empezamos a jugar con los reflejos, las luces y las sombras

La verdad es que los primeros pasos por la ciudad fueron extraños. No solo porque después de 370 kilómetros no íbamos pedaleando. También era raro caminar entre riadas de turistas, peregrinos, tiendas y grandes edificios. No era para menos. Los últimos cinco días los habíamos pasado casi en soledad y atravesando lugares tan rurales como aislados. Aun así, poco a poco le fuimos tomando el pulso y cogiendo el gusto a Santiago de Compostela. 

Portada de las platerías, la única románica del templo

Tanto anuncio nos abrió el apetito y nos dio sed

Así que no tardamos en alternar ribeiros, tapas y paseos por la ciudad

Interior del Café Casino, otra de las joyas de Santiago

Casi sin darnos cuenta se nos fue haciendo de noche

Poco a poco el cansancio nos fue atacando entre ribeiros y raciones

Y al final pusimos punto y final al largo día con sabor a licor café

Aquella noche caímos rendidos en la cama. Dormimos hasta que quisimos, intentando devolver al cuerpo parte del cansancio que le habíamos arrebatado durante los últimos días. A la mañana siguiente, desayunamos como reyes en la misma cama del hostal y nos fuimos a recorrer la ciudad de nuevo.

Canecillos en uno de los edificios del casco histórico de Santiago

Teníamos una jornada completa para disfrutar de Santiago al máximo. Todavía nos quedaban rincones muy interesantes por conocer. Además, ibamos ver la salida de una de las etapas de la Vuelta a España. Vamos, que hay material más que suficiente para dedicar a Santiago otra entrada.

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