Aquella mañana, como de costumbre, madrugamos para iniciar nuestro viaje. Teníamos que tomar un tren a primeras horas de la mañana en Santiago de Compostela que nos dejaría en A Coruña. Pero antes de abandonar la capital gallega quisimos despedirnos de la catedral y de las calles céntricas. Como os podéis imaginar, fuimos desde las puertas del hostal hasta la estación en bicicleta. Y aunque algo cansados, no lo hicimos nada mal. Como si los kilómetros no hubieran hecho mella en nosotros.
Silueta de la catedral de Santiago de Compostela al amanecer
Una última foto ante nuestra meta con nuestras bicicletas: Isina y Jimena
Y de esta guisa llegamos hasta el mismo andén de la estación de tren de Santiago
Autorretrato solar en el trayecto entre Santiago de Compostela y A Coruña
Todavía con cara de dormidos llegamos a destino tras casi una hora de viaje en tren
Llegamos a la estación de tren de A Coruña y lo primero que hicimos fue ir a preguntar por posible trenes para llegar a Ferrol. Fue algo instintivo y casi retórico, ya que el día anterior ya nos habían avisado: con bicicletas es imposible ir en tren desde A Coruña a Ferrol. Una lástima y una muestra de la comprensión que hay en España hacia los ciclistas. Tras la negativa, nos fuimos a tomar un café y luego nos acercamos hasta la estación de autobús. Allí sí que encontramos plaza para nuestras bicis. Casi a la par que llegábamos a la estación, un bus partía hacia Ferrol. Nuestras bicis, previo pago de su tarifa, viajaron en las bodegas.
Una vez en Ferrol, y dado que todavía era pronto, aprovechamos para dar un paseo por los alrededores. En realidad íbamos buscando un mirador, pero nos perdimos. Así que a lo tonto y como para no perder la costumbre, nos hicimos una docena de kilómetros por los alrededores de la ciudad.
Gracias al paseo mañanero pudimos observar el arte del marisqueo en la ría de Ferrol
Pedaleando por el entorno de Ferrol y su ría
Las dimensiones de los barcos dejan claro el potencial marítimo de esta zona
Poco a poco nos fuimos acercando al centro de la ciudad ferrolana. Una vez allí y aprovechando que era la hora del vermú paramos a tomar una caña y planificar el resto de jornada. Lo primero que haríamos sería buscar un alojamiento económico y dejar las bicicletas. Luego aprovecharíamos para conocer los entresijos de esta ciudad y sobretodo el barrio de la Magdalena, donde se encuentras las principales muestras de Modernismo. Aquí, donde el trazado es marcadamente rectilíneo, encontramos fonda para pasar la noche.
El Komando Gorteak a su llegada al barrio ferrolano de La Magdalena
Una de las primeras joyas modernistas que nos encontramos nada más salir del hotel
La ciudad de Ferrol es relativamente grande. Con algo más de 70.000 habitantes es la capital de una zona urbana que aglutina a cerca de 200.000 personas. Su historia naval y militar está grabada en su fisionomía. Y es de esas ciudades que no entran en los planes de muchos turistas. Quizás sea por una idea preconcebida de ciudad industrial, gris y monótona. Sin embargo la ciudad merece una visita. Sobretodo si el viajero, como es el caso, gusta de la arquitectura y en particular del Modernismo. Si uno huye de los estereotipos y observa en detalle la ciudad, quedará prendado. Al menos a nosotros así nos sucedió.
Un recorrido donde predominaron los detalles arquitectónicos
Y en las fotografías cobró vital importancia la composición
Una de las ventanas de la Casa Brañas y su peculiar forja
Como fuimos entendiendo, el Modernismo en Ferrol destaca por la utilización de las galerías, Su distribución, su decoración y sus formas son más que llamativas. Quizás no abunden las casas al más puro estilo barcelonés, pero son muy destacables sus detalles, sus forjas y sus artesarnías. Tal es el caso del Casino Ferrolano, donde gracias a una mujer que nos vio interesados en la arquitectura nos animó a conocer su interior. Realmente quedamos boquiabiertos.
Una de las habitaciones principales del edificio, decorada con pinturas
Algunas de las forjas que nos encontramos eran auténticas obras de arte
También hubo tiempo de divisar los barcos de la marina, muy típicos por estos lares
Detalle decorativo en la fachada de una de las casas de Ferrol
Casa Antón, una de las muchas obras de Rodolfo Ucha Piñeiro en la ciudad
Como suele ocurrir en muchas ciudades donde abunda el Modernismo, en Ferrol también hubo un arquitecto municipal influido por esta corriente. Su nombre era Rodolfo Ucha Piñeiro. Numerosas viviendas del barrio de la Magdalena, donde legó prácticamente toda su obra, son suyas.
Jugando con las formas, los colores y los materiales, como el propio Ucha Piñeiro
Capilla de la Merced, también de marcado corte Modernista
La Casa Pereira, una de las muchas muestras modernistas de Ferrol
Detalle de una forja en el barrio ferrolano de la Magdalena
Y aquí otra muestra del buen hacer de los herreros de principios del siglo XX
Como se observa, los detalles abundan en esta ciudad gallega
Una de bares en el centro histórico de Ferrol
Como suele ser habitual, el paseo que nos dimos por la ciudad fue alternando con paradas para degustar la gastronomía del lugar. Además, por suerte, Ferrol estaba en fiestas. Esa noche terminaban con una actuación de Bustamante. Toda una sorpresa para nosotros. Ajenos a ello seguimos paseando por todas y cada una de las calles de este barrio. Caminando pausadamente y atentos a cada detalle.
A pesar de la fiesta, había que seguir trabajando, seguir conociendo, seguir viajando
Apenas llevábamos cinco horas en Ferrol y la ciudad ya nos había cautivado. Por delante todavía teníamos buena parte de la tarde noche. Así que, para no cansaros, el resto de fotos de aquella jornada la dejaré para otra entrada. Eso si, os aseguro que el Modernismo y los detalles volverán a ser los protagonistas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario