martes, 29 de abril de 2014

Laurisilva y levadas en Caldeirao Verde (Madeira II)

Lo habíamos dejado en Porto da Cruz, Madeira. Aquel 10 de marzo de 2013 ya habíamos realizado una ruta por la Punta de San Lorenzo y estábamos tomando una merecida caña tras la excursión. Por delante unas cuantas horas de luz que aprovechamos al máximo. Desde allí decidimos recorrer parte del norte de la isla en carretera. Así llegamos a Santana, un núcleo de marcado carácter rural donde aprovechamos para abastecernos de víveres para los próximos días. Con la compra hecha lo tuvimos claro, nos acercaríamos al Parque de Las Queimadas para comer. Luego, dependiendo de las fuerzas y las horas, intentaríamos hacer una nueva ruta, esta vez por la levada de Caldeirao Verde.

Madeira es una isla donde abundan los senderos marcados. De ahí que sea considerada un punto clave para el turismo activo y no para el pasivo de sol y playa. Quizás lo más llamativo de este lugar son sus bosques de laurisilva, pero también las levadas, una especie de acequias construidas desde hace siglos para abastecer a las zonas más secas de la isla. Estas conducciones recogen el agua de regatos y cascadas y se adentran a media altura por vertiginosos cortados y valles. Estos canales, que suman cerca de 1400 kilómetros en toda la isla, son además unos interesantes paseos para adentrarse en la naturaleza boscosa y el paisaje abrupto de Madeira. Una de las levadas más transitadas e interesantes de la isla es la de Caldeirao Verde, que termina en una cascada de cerca de cien metros de caída.

Comida a base de latillas y vino en el Parque de las Queimadas

 La casa del parque, con su tradicional tejado de paja, muy típico en la zona de Santana

Cuando terminamos de comer eran cerca de las tres de la tarde y toda la gente llegaba al aparcamiento después de realizar la ruta. No obstante no nos amilanamos por las horas y apostamos por realizar esta caminata de unos trece kilómetros de distancia. Eso si, deberíamos andar rápidos. Teníamos poco más de tres horas y media de luz. Con las pilas ya cargadas comenzamos el recorrido.

Desde el inicio, el sendero está arropado por grandes árboles

 El sendero aprovecha el cauce de la levada (llevar en portugués)

 Sin apenas desnivel, la ruta ofrece generosas vistas de esta escarpada isla

 Caminando bajo exuberantes cascadas de agua

 A cada paso la vegetación se hacía más y más densa

 Un vistazo más amplio de este bosque regado por los alisios

La zona más alta de la isla se ve sometida a estos vientos cargados de humedad que quedan retenidos por las montañas. Así pues con esta "lluvia" incesante la vegetación crece a sus anchas. En este bosque, conocido como selva de laurel, abundan árboles centenarios, multitud de especies vegetales y animales y endemismos . Todo un lujo para los sentidos. Pero a parte de la naturaleza hay más. Esta levada fue construida allá por el siglo XVIII y es toda una obra de ingeniería. Recorrerla suponen atisbar el esfuerzo y el tesón que necesitaron aquellos que la construyeron.

El sendero, al igual que la propia levada, casi siempre envuelto en un frondoso bosque

 La ruta atraviesa varios túneles labrados a mano

 En algunos tramos la verticalidad y el vértigo son los protagonistas

 Caldeirao Verde, la cascada donde finaliza la ruta

 Un vistazo personal a este peculiar cascada en un caldero verde

La ruta hasta el Caldeirao Verde apenas tiene dificultades y es apta para todo tipo de públicos. Eso si, hay que andar atentos durante todo el recorrido. A pesar de que hay vallas de seguridad, un resbalón o tropiezo puede ser más que peligroso. El recorrido apenas tiene desnivel y está perfectamente señalizado. Nosotros, tardamos en llegar a la cascada algo más de una hora y media. Pero no podíamos dormirnos, todavía nos quedaba la vuelta y no era plan de llegar al coche de noche. Unas cuantas fotos y a continuar con la marcha.

Abandonando la cascada por donde habíamos llegado

 Cuando la niebla abría podíamos ver que íbamos literalmente colgados del abismo

 Los contrastes de Madeira: a un lado humedad y bosque, al otro acantilado y sol

Caminando bajo las cascadas, una de esas sensaciones mágicas de esta ruta 

 Poco a poco abandonamos las zonas más expuestas y regresamos al bosque

 Y una última cascada antes de dar por finalizada la ruta

Cuando llegamos al coche la noche estaba a punto de caer. El día estaba cundiendo de lo lindo. No llevábamos ni 24 horas en la isla y ya habíamos recorrido cerca de 20 kilómetros caminados. Habíamos disfrutado de la montaña, el bosque y la costa de Madeira. Y aún nos quedaba fuelle para ese día. De nuevo el devenir del viaje se gestaría de forma improvisada. Lo primero seria acercarnos hasta el núcleo de Faial, donde casualmente nos encontramos con el festival de la chirimoya. Pero esto será otra historia.

1 comentario: