A finales del pasado mes de enero aprovechamos un domingo de descanso para hacer una pequeña excursión por el faedo de Ciñera, un hayedo considerado como uno de los mejor conservados de España. A la cita no solo acudió el Komando Gorteak. Gozamos con la compañía de mis hermanos Alberto y Vero y de Juan, el novio de mi hermana. Así que la excursión tuvo un doble valor. Por un lado la siempre agradecida salida al monte. Y por otro, una quedada familiar que por primera vez tenía lugar en plena naturaleza. A ver si cunde el ejemplo y repetimos pronto.
La elección de este enclave leonés no fue casual. Se trataba de un punto situado a medio camino para ambos grupos. Además, es una excursión fácil y muy apta para todos los públicos. Era una de las primeras veces que quedábamos con los hermanos en el monte y no era plan de forzar la máquina. Además, dado lo avanzado del invierno, era una opción asequible y sin apenas peligro. Así que a ello fuimos. A las diez de la mañana estábamos dispuestos a comenzar esta ruta.
Alberto dando media vuelta ante el primer imprevisto
Encaminándonos hacia el hayedo, situado a escaso kilómetros de Ciñera
Aquel domingo se celebraba en este pueblo leonés una carrera de cross. Esto nos obligó a cambiar el recorrido previsto. En vez de utilizar la senda marcada desde Ciñera, tuvimos que buscar un camino alternativo que sin apenas dificultades y con algo más de desnivel nos llevó hasta las puertas de este coqueto hayedo que ya conocíamos de una visita anterior.
Pronto aparecieron las plantas vestidas de invierno
Y sin pensarlo dos veces cruzamos el puente camino al hayedo
Tampoco tardaron en aparecer los reflejos, un clásico de este blog
Las texturas invernales llamaban la atención
Una toma más amplia del hayedo, también vestido de blanco
A pesar del frío, algunas hojas se resistían a caer de los árboles
Myriam y Juan disfrutando de una naturaleza plena
El hielo también quiso ser protagonista en la excursión
Tras el paseo inicial, cruzamos este pequeño desfiladero
Allí las formas y texturas volvieron a aparecer con más fuerza
Una toma en blanco y negro de la subida que iniciamos tras el hayedo
La hermana en uno de sus múltiples posados
Vero se defendió como una auténtica montañera
Y Alberto también subió como mandan los cánones, sin rechistar
En este punto tuvimos que variar el recorrido previsto. En un principio teníamos pensado hacer una ruta circular por la zona, pero dado el estado de la montaña preferimos no arriesgar. La zona estaba nevada, helada y bastante resbaladiza. Nos encontramos un par de pasos comprometidos y optamos por dar la vuelta. Íbamos con unos primerizos en la montaña y no era plan de hacer el tonto. Ya se sabe que una caída o un accidente en estos lares no es broma. Así que primó la seguridad. Todos nos dimos la vuelta por donde habíamos venido, pero Juan y yo, como auténticas cabras criadas en Montemayor de Pililla, optamos por subir por un pequeño sendero y así ganar altura. Ello nos permitió gozar de unas vistas de infarto de la zona y del resto de la expedición.
El desfiladero con el hayedo al fondo
Tras la breve ascensión bajamos de nuevo al fondo del valle. Allí nos reunimos con el resto del grupo y buscamos un lugar apropiado para hacer un pequeño descanso. Como en el sombrío hayedo hacía frió, nos fuimos a la zona soleada, donde dimos buena cuenta de unas ricas viandas.
Con hermanos como estos, como para no gustarte el vino
Tras el descanso con aperitivo regresamos a la magia del hayedo
Aquella mañana el lugar estaba repleto de visitantes, que a veces parecían extraterrestres
A parte del gentío, el faedo se mostraba encantador y apetecible
Los hermanos junto a uno de los ejemplares más grandes del bosque
Para conocer un poco más de cerca este hayedo, optamos por ganar altura. Para ello tuvimos que salvar un importante desnivel que a más de uno le dejó unas marcadas agujetas. Los más avezados se fueron por la parte más dura. Yo me fui con mi hermana por una zona más apropiada. Eso si, la bajada la hizo sentada.
Vero ganando altura y abriéndose paso entre los árboles
Con una naturaleza como esta no es difícil jugar a las formas
Solo había que estar atento y mirar con los ojos bien abiertos
El brother en lo alto, como si fuera el rey de la montaña
Y aquí Alberto destrepando lo ascendido: Despacito, concentrado y con buena letra
Una muestra de excelente conservación del bosque: ejemplares jóvenes y longevos
El faedo de Ciñera, un lugar mágico y altamente recomendable
Una toma más del bosque, esta vez a pie de río
Y es que el día estaba para disfrutar de la naturaleza
El recorrido y la subida por el hayedo nos abrieron el apetito. Así que buscamos un lugar recogido en el que comer y reponer fuerzas. Después de una sobremesa en la que sólo faltó el café, dimos un último paseo por la zona. Fue el punto y final a una jornada breve pero intensa de montaña en familia.
Una última toma del bosque, ahora convertido en robledal
La foto final, regresando a Ciñera por el recorrido de la carrera de cross
Cuando llegamos a Ciñera aún tuvimos tiempo para cambiarnos y tomarlos la reglamentaria cerveza. La jornada había merecido mucho la pena. No solo por el paseo y por los paisajes observados. También por el reencuentro con los hermanos. Ahora que ya saben como se las gasta el Komando Gorteak en el monte, ya solo queda buscar otra fecha para ir aumentando la dificultad. Ahí queda.
Tras la despedida, emprendimos viaje de vuelta. Unos se fueron para Valladolid y otros para Asturias. Ellos llegaron pronto a casa. Mientras tanto nosotros nos hicimos de rogar un poco. Hicimos una parada técnica en Mieres. Allí degustamos unas sidras para completar la jornada dominical.
En Mieres pusimos punto y final a la excursión
Lo dicho, que fue todo un placer compartir la jornada de hayedo con los hermanos. Ahora solo espero que pongan fecha para repetir. Eso si, ya no daremos un paseo cómodo y apropiado para todos los públicos. La próxima excursión será un poco más complicada y entretenida...
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