viernes, 14 de febrero de 2014

Paseos de despedida por Palma de Mallorca

Ese dos de octubre despertamos sabiendo que por delante teníamos el último día de vacaciones antes de regresar a casa. El viaje por Mallorca tocaba a su fin. Atrás quedaban esas jornadas que nos habían servido para conocer esta isla que atrae más que por su turismo europeo en busca de sol y playa. Pero aún guardábamos un último cartucho. Teníamos una última noche antes de volar a Asturias que pasaríamos en Palma. Así que aprovecharíamos al máximo para despedirnos de la isla con relajados paseos por la capital. Y es que la ciudad todavía nos tenía reservada alguna que otra sorpresa.

El alba nos recibió en Cala Pi, al sur de la isla. Apenas tuvimos tiempo para desperezarnos. Teníamos que devolver el coche en el aeropuerto, regresar a Palma de Mallorca y buscar alojamiento para la última noche del viaje. Vamos, una mañana movidita antes de tomarnos con más calma la segunda parte del día.

Nos despedimos de la costa de Cala Pi y emprendimos ruta

Ya en Mallorca y con todos los trámites realizados aprovechamos la tarde noche para seguir indagando en la arquitectura modernista de la ciudad. Ya habíamos descubierto sus edificios más reprentativos al inicio del viaje. Pero todavía teníamos pendientes algunas viviendas interesantes. Así que nos pusimos a ello. Paseo por aquí y paseo por allá fuimos dando con esos lugares aún escondidos para nosotros.

Can Barceló, proyectada por Bartolomeu Ferrá a comienzos del siglo XX

 Detalle parcial de la forja y el azulejo utilizado en esta vivienda

Paseando por Palma mirando hacia todas las direcciones  

 Así, sin un rumbo fijo, aparecimos en la plaza de San Francesc

 Detalle de la fachada de la iglesia, apenas modernista pero también llamativa

Durante el recorrido tampoco faltaron las estrechas callejuelas

 Un creativo vistazo a este edificio que nos sorprendió escondido entre las calles

 Puerta y escalera de corte modernista, abundantes en el centro

La verdad es que este amplio y relajado paseo por Palma mereció mucho la pena. Poco a poco la tarde avanzaba. Y sin querer queriendo nos salimos de la zona centrica. Nos fuimos al arrabal de Santa Catalina. Allí se agrupan numerosos ejemplos de arquitectura modernista. Este barrio, que en su día fue el de pescadores, prosperó a finales del siglo XIX y comienzos del XX. De ahí su interés. Su modernismo quizás no sean tan espectacular ni estén en tan buen estado como el más señero de la ciudad, pero bien merece una visita. Abundan los detalles y cada una de las paralelas calles sorpende con algún motivo, algúna curiosidad arquitectónica o algún edificio llamativo.

 Can Palmer uno de los ejemplos modernistas más conocidos del barrio

 Detalle de la fachada de la Ferretería La Central

La oscuridad, la escasa de iluminación y la falta de trípode nos privaron de más fotografías con las que documentar este paseo modernista por el barrio de Santa Catalina. Eso si, nuestros ojos gozaron de lo lindo antes de regresar a la pensión. Las horas de paseo habían volado y la media noche ya había pasado hacía un rato. Así que para evitar que la madrugara nos pillara por sorpresa, regresamos a la pensión.

El paseo de Mallorca de regreso al centro de la ciudad

A la mañana siguiente, 3 de octubre, madrugamos para apurar las últimas horas del viaje. Desayunamos y nos fuimos a dar un último garbeo por la ciuadad. La tarde anterior ya nos habíamos despedido de la arquitectura de principios del siglo XX de Palma. Pero también queríamos hacer lo propio con la zona más antigua de la ciudad. Y es que después de todo, a nosotros la capital de la isla nos dejó ese sabor de boca mitad medieval mitad modernista.
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El palacio real de buena mañana

Callejeando dimos con estos alerones tan amplios como históricos

 Detalle de la madera ornamental en el Ayuntamiento de Palma

 Y como no, reflejos para despedirnos de la ciudad y de la isla

 No tuvimos tiempo para más. Tomamos el autobús, llegamos al aeropuerto y cuando nos quisimos dar cuenta estábamos de vuelta a Asturias. La satisfacción era palpable, aunque se terminasen las vacaciones. Habíamos pasado ocho intensos días disfrutando de la isla. Nos trajimos con nosotros un muy buen sabor de boca. Así que Mallorca se une a la lista de destinos a los que queda pendiente regresar. Uno más.

Mallorca de cala en cala, entre caliza y sal

Aquel 1 de octubre era nuestro último día completo con coche de alquiler en Mallorca. Así que era el último que podíamos aprovechar para conocer las muchas y variadas playas de la isla. Durante las vacaciones ya habíamos tenido rutas de montaña, de pueblos, de naturaleza y también históricas. Ahora tocaba disfrutar del sol y del buen tiempo. Y es que la mañana se despertó soleada y agradable. De hecho comenzamos la jornada con un baño en la piscina del hotel cerca de Artá. Durante el día recorreríamos toda la parte este de la isla, cerrando así esa suerte de círculo entorno a la costa que habíamos iniciado días atrás.

Para aprovechar el día optamos por dedicarlo integramente a la playa. Pero no nos pasaríamos horas y horas en tirados en la arena tostándonos al sol. Realizaríamos un recorrido por diversas playas. Unas playas que fuimos eligiendo sobre la marcha, con la ayuda del mapa, intuición y una ruta turística que encontramos en una publicacion del Ministerio de Fomento de 2003. La primera parada sería cerca del alojamiento donde pasamos la noche, en Cala Mesquida.

Lo mejor de este lugar, su entorno natural

Como os podéis imaginar la ruta intentaría evitar todas esas playas repletas de gente. Nosotros buscábamos tranquilidad y también conocer un poco mejor este litoral repleto de calas, cuevas y caprichosas formas modeladas por la erosión. Así que tras un baño y un breve paseo por Cala Mesquida, continuamos con la ruta. La siguiente parada sería unos cuantos kilómetros más allá, en Cala Morlanda, cerca de Porto Cristo.

Lo que nos atrajo de esta playa fueron sus cuevas y también su entorno

 Aquí en vez de bañarnos disfrutamos de los colores naturales

 Una cala tranquila donde abundan los rincones

 Aprovechamos la parada y paseamos por el entorno, tan calizo como salado

Los acantilados a veces servían de atalaya


 Lo más llamativo fueron las formas saladas que encontramos

Las luces y los colores tampoco se quedaron cortos durante el paseo por Cala Morlanda

Tras el interesante recorrido costero regresamos al coche y a la carretera. Poco a poco el reloj avanzaba y se acercaba la hora de comer. El día parecía que se iba a torcer. Pero no nos desanimamos y continuamos con el plan previsto. Pasamos de largo por las cuevas del Drac y tras un lío de carreteras y urbanizaciones acabamos dando con S´Estany d´en Mas. Una interesante playa también conocida como cala Romántica, rodeada de farallones calizos y más concurrida de lo esperado. Allí aprovechamos para comer.

Restaurante de cuatro tenedores y vistas al Mediterráneo

Tras el café reglamentario continuamos con la ruta. A partir de ahora ya no haríamos más paradas hasta llegar a la última playa que teníamos en mente conocer. Habíamos dejado para el final la joya de la corona. Caló des Moro y S´Almunia, consideradas como unas de las más expectaculares de la isla. Llegar hasta aquí nos puso a prueba. Eso si, todo merecía la pena. El lugar, apartado y no muy plagado de turistas, es de esos que dejan huella.

Nada más bajar a la playa encontramos estas caprichosas cuevas

 Donde la erosión y los colores eran más que llamativos

Caló des Moro vista a través de su particular marco natural 

 Junto a esta cala se encuentra S´Almunia, a donde fuimos en busca de sol

 La parte exterior de la costa pronto se fue tiñendo de atardecer

 Desde lo más alto disfrutamos de estas vistas de Caló del Moro

 Y al otro lado S´Almunia, donde disfrutamos en soledad del ocaso

 El día estaba siendo completo, qué mejor manera de cerrarlo que así

Con la noche ya sobre nosotros nos acercamos al Cap de ses Salines, el punto más al sur de la isla. La idea era pasar allí la noche, como ya habíamos hecho en el Faro de Formentor. Pero antes de llegar nos encontramos unas vallas que nos impidieron el paso. Así que tuvimos que cambiar los planes sobre la marcha. Entonces nos acercamos a Ses Salines a tomar una merecida cerveza y de paso centrar un poco. Allí decidimos seguir por carreteras locales y desiertas hasta Cala Pi, el lugar en el que acabaríamos pasando la noche. Un lugar también cargado de magia.

Alumbrados por la luna conocimos esta llamativa playa envuelta en paredes calizas

Un vistazo desde el aparcamiento, donde pasamos la última noche en coche de este viaje 

La última toma de la noche antes de soñar con tiempos históricos y belicosos

Tras la cena y un pequeño paseo por este lugar nos dimos otro capricho. Nos metimos en un hotel y nos tomamos un buen cóctel.¡Qué menos! Habíamos finalizado nuestro recorrido en coche por la isla y todo nos había salido a pedir de boca. Después dormimos acunados por las olas y con la isla de Cabrera en el horizonte. Volvimos a caer rendidos. Al día siguiente tocaba devolver el coche y regresar a Palma, donde pasaríamos una última noche antes de regresar a Asturias.

jueves, 13 de febrero de 2014

De Alcúdia al noreste de Mallorca

Tras la visita a Polleça nos acercamos a conocer Alcúdia. Ese 30 de septiembre habíamos despertado en el cabo de Formentor y teníamos previsto dormir en Artá. Así que el lluvioso día lo pasaríamos recorriendo la zona norte y noreste de la isla. Tras dos noches consecutivas durmiendo en el coche de alquiler volveríamos a dormir en una cama. Pero hasta entonces todavía nos quedaba tiempo para seguir conociendo esta zona de Mallorca. Por delante la amurallada Alcúdia y unos cuantos kilómetros de costa por delante.

Cuando llegamos a Alcúdia el reloj rondaba el mediodía. Persistían las nubes y la lluvia apenas nos daba tregua. Así que no tuvimos más opción que plantear la visita en vista a estas condiciones. Daríamos un paseo por las murallas y la parte intramuros de la ciudad. Al final el agua nos respetó bastante y pudimos caminar por estas calles durante un par de horas largas. Toda una delicia que nos ayudó a conocer un poco más la historia de este lugar poblado desde la época prehistórica.

La muralla de Alcúdia, uno de los lugares más interesantes

La Puerta el muelle, una de las entradas medievales que aún se conserva en pie

La zona de Alcudia atesora restos históricos desde la prehistoria. La presencia pretalaiotica dio paso a la llegada de los romanos. Durante el medievo fue preciado tesoro para la corona cristiana y también para los musulmanes y los piratas. Hoy en día es uno de los puntos más turísticos de la isla. Sus playas y su ubicación es elegida por muchos para pasar unos días de vacaciones o descanso. Sin duda, pasear por las calles es como hacerlo por un libro de historia. Nosotros, de nuevo, volvimos a huir de las aglomeraciones y buscamos los lugares menos transitados.

Callejeando por las calles de la histórica y estratégica Alcúdia

Un vistazo personal de la muralla que defendió la localidad durante años

 El paseo por esta zona es más que obligatorio

 La casa consistorial, de corte Modernista

 Durante el paseo tampoco faltaron los pequeños guiños en forma de detalles

Tras un buen rato de paseo ya habíamos caminado por las principales calles de Alcúdia. Y su muralla nos había regalado vistas sobre el entorno y la parte antigua. Así que optamos por continuar con la ruta en coche hasta Artá. Eso si, antes de nada daríamos una última vuelta por la localidad a modo de despedida.

Los últimos pasos del Komando Gorteak por Alcúdia, encaminados hacia el coche

Una vez en el coche aprovechamos para saciar nuestro hambre con unos bocadillos variados. Después continuamos el viaje hacia el noreste de la isla. Pero antes de llegar a Artá hicimos alguna que otra parada para conocer, brévemente, el entorno de este lugar histórico de Mallorca.

En las cercanías de Alcanada nos encontramos esta peculiar playa

Un lugar modelado por las algas y la fuerza del agua

Tras esta pequeña parada, regresamos a la carretera Ma 12 que recorre la costa de esta parte de la isla. Durante el trayecto vimos urbanizaciones, espacios naturales y también interesantes playas. Pero lo hicimos desde el coche porque según avanzaba la tarde la lluvia se hacía más intensa. No nos quedó otra que conformarnos con esta visita motorizada. De hecho, cuando llegamos a Artá, no pudimos más que dar una vuelta por el pueblo subidos en el coche. Llovía a cántaros. Visto lo visto nos fuimos directos al hotel que teníamos reservado. Si, una de esas cajas regalo que todavía teníamos de la boda.

Un vistazo al entorno que rodeaba nuestro alojamiento, con Formentor al fondo

Una vez asentados y aseados nos acercamos a Cala Rajada, muy cerca de Capdepera. Allí, ya con la noche pisándonos los talones, nos dimos un pequeño capricho. Después de dos días viviendo en un coche nos apetecía pasear por el pueblo al más puro estilo: tomando unos vinos por los bares, conociendo a los parroquianos y a las gentes del lugar.

Vistazo nocturno a la zona del puerto de Cala Rajada

 Ni que decir tiene que aquella velada pasamos de supermercados, tocaba comer caliente

 A la mañana siguiente el copioso desayuno y un baño nos ayudaron a despertar

 Elegir Sa Duaia para pasar la noche fue todo un acierto y un regalo

Aquel 1 de octubre se despertó soleado aunque con alguna nube con mala pinta. Era nuestra última jornada completa con el coche por la isla. Así que decidimos que dedicaríamos el día a conocer playas. Ya era hora de pegarnos un día sabático después de tanto ajetreo viajero.