domingo, 17 de marzo de 2013

Lagunas de Neila, el paraiso glaciar de Burgos

Aquél lunes de noviembre nos despertamos en la localidad burgalesa de Quintanar de la Sierra. La mañana era fresca pero el tiempo parecía darnos un respiro. El cielo estaba despejado y ello nos animó a acercarnos hasta las lagunas de Neila para cerrar el fin de semana de Amigos del Otoño 2012. Después de conocer las lagunas iríamos hasta la localidad serrana de Neila y luego, por carreteras locales, hasta Anguiano, en La Rioja. Desde allí pondríamos rumbo a Asturias con parada en Carrión de los Condes. Debido al cansancio acabamos haciendo noche en León y llegamos a Asturias al día siguiente.

A eso de las ocho de la mañana estábamos tomando un café en el hostal en el que habíamos dormido en Quintanar. Luego completamos el desayuno con cosas que teníamos en el coche. Después, ya con las pilas cargadas, nos dirigimos hacia las lagunas de Neila, un reducto de la glaciación en la provincia de Burgos. Ya que el tiempo nos había impedido salir al monte en Soria, queríamos aprovechar la estancia en la zona para patear este interesante entorno lacustre.

Las vistas desde el hostal en Quintanar de la Sierra presagiaban una mañana fresca

Tras varias decenas de kilómetros llegamos al entorno de las lagunas de Neila. Nos encontramos todas las barreras abiertas, así que llegamos hasta donde finalizaba el vial. Una vez allí nos calzamos las botas y nos propusimos dar un paseo. Junto al aparcamiento vimos un sendero en el que se señalizaba el alto de La Campiña a poco más de una hora. Así que hasta allí nos fuimos. Salimos sin agua y sin comida, creyendo que sería un paseo menor. Pero finalmente hicimos una ruta completa que nos permitió ver las cinco lagunas que conforman este paraje burgalés marcado por su pasado glaciar.

El ascenso pronto nos permitió divisar la Laguna de los Patos y la Laguna Brava

Una zona donde los pinos y el pasado glaciar pugnan por el protagonismo

El frío se palpaba en el ambiente y se hacía notar en la flora

Una vez llegamos a la crestería divisamos la Laguna Larga y la Negra

Hacia el sur las vistas se perdían en las provincia de Burgos y Soria

La Laguna Larga, en primer término y la Laguna Negra de Neila al fondo

Llegando al alto de La Campiña (2.049 metros), el punto más alto de la zona

Durante todo el paseo el frío fue intenso a pesar del sol

La ruta circular que realizamos tiene una distancia aproximada de unos ocho kilómetros y no tiene pérdida. Primero hay que llegar al cresta que delimita las lagunas y seguirla hasta el final del cordal. Después hay que bajar hasta el borde de las lagunas y regresar hasta el punto de partida por la zona baja. A nosotros nos llevó realizar el paseo unas tres horas. Haber madrugado nos permitió disfrutar de esta zona en completa soledad. Eso y que la ruta la realizamos un lunes. Todo un placer para los sentidos.

Siguiendo el cordal de la sierra con el alto de La Campiña al fondo

Llegando al punto final del cresta con la Laguna Negra de Neila a nuestros pies

Islote boscoso de la Laguna Negra visto desde las alturas

Al fondo la cresta por la que caminamos y que seguimos para descender a las lagunas

Dirigiéndonos al coche por los restos de las morrenas glaciares de Neila

Cerca del coche tomamos un desvió para ver desde las alturas la Laguna de la Cascada

Otra toma de la laguna, con unas llamativas formaciones rocosas en su entorno

Una vez en el coche tomamos rumbo a Neila, un coqueto pueblo serrano de Burgos que parece estar anclado en el tiempo y aislado de la civilización. De hecho el pueblo más cercano está a varias decenas de kilómetros por carreteras que en invierno son difícilmente transitables. Allí nos tomamos un café en el único bar que vimos abierto y también conocimos varios puntos de interés: el nacimiento del río Neila (que toma el nombre de Najerilla una vez entra en la provincia de La Rioja) y la iglesia románica de San Miguel.

El nacimiento del río Neila, surgiendo de una cueva

Detalle del ábside de la iglesia románica de San Miguel

Tras el paseo por las calles de esta villa continuamos con nuestro viaje. Podíamos haber regresado a Quintanar de la Sierra u optar por carreteras mejores. Pero como solemos acostumbrar, nos decantamos por un recorrido más largo y tortuoso pero también más rico en paisaje. Desde Neila nos dirigimos a Nájera (La Rioja) siguiendo el curso del río que poco antes habíamos visto nacer.

El embalse de Mansilla, ya en La Rioja, prácticamente bajo mínimos

Una estampa poco habitual de la antigua localidad de Mansilla

La carretera serpenteante nos llevó por parajes prácticamente desérticos. También disfrutamos de montañas rotas por la aridez. Así, después de unos cuantos kilómetros que se nos hicieron eternos, llegamos a Anguiano. Allí hicimos una parada y aprovechamos para comer un menú del día. Esa sería nuestra única parada en nuestro viaje de regreso a Asturias, así que debíamos coger fuerzas.

Botellón de forja en el restaurante en el que comimos

Un pequeño vistazo al núcleo de Anguiano en las proximidades del restaurante

A partir de Anguiano todo fue carretera y manta. Pasamos por Nájera, donde tenemos buenos amigos y después, ya por carretera nacional, fuimos atravesando amplias zonas de viñedo. Más tarde llegamos a Burgos y pusimos rumbo hacia León. Ya con la noche bien entrada y con el cansancio haciendo mella en nosotros buscamos un lugar en el que hacer una parada para descansar. A medio camino entre Burgos y León hicimos un alto en la localidad palentina de Carrión de los Condes. Allí no solo descansaríamos de tanta carretera, también disfrutaríamos del rico patrimonio de este núcleo por el que pasa el Camino de Santiago. Como buenos amantes del románico no podíamos desaprovechar esta oportunidad.

La célebre portada de la iglesia de Santiago, del siglo XII

Detalle de la arquivolta, donde los oficios de la época están labrados magistralmente

Paseando para estirar las piernas llegamos hasta la iglesia de San Andrés del siglo XVI

Tras el paseo por Carrión de los Condes continuamos con nuestro viaje. La idea era llegar esa misma noche a Asturias. Pero el cansancio, motivado por las horas de conducción y la ruta que habíamos realizado esa misma mañana nos lo impidieron. Así que hicimos noche en León. Y ya que estábamos por allí pues cenamos a base de tapas. A la mañana siguiente llegamos a Asturias y dimos por finalizado el fin de semana de Amigos del Otoño 2012. Ya estamos pensando en la próxima.

Castroviejo, cuando las formas naturales superan la ficción

El fin de semana de Amigos del Otoño 2012 había tocado a su fin para la mayoría de la expedición. Sin embargo nosotros quisimos apurar el descanso y aprovechar el largo viaje que nos habíamos pegado hasta la Laguna Negra de Soria. Así que optamos por quedar otra noche más en la zona. Tras despedirnos del resto del grupo, emprendimos rumbo hacia Duruelo de la Sierra, el primer pueblo al que llega el recién nacido río Duero. En principio queríamos llegar hasta el nacimiento de este gran río, pero dadas las horas en las que nos movíamos tuvimos que declinar esta opción. A cambio descubrimos un impresionante paisaje rocoso modelado por el viento y el agua: Castroviejo.

El entorno de Duruelo de la Sierra está plagado de grandes manchas boscosas de pino

Tras llegar al punto de inicio de la ruta hasta el nacimiento del Duero, comprendimos que no era plan de comenzar la ruta. No nos quedaban muchas horas de luz. Así que instintivamente seguimos un cartel de madera en el que marcaba Castroviejo. Cuando llegamos a destino descubrimos un lugar mágico y misterioso donde la roca es la auténtica protagonista. A veces los lugares más increíbles están donde uno menos se lo espera.

Castroviejo, una especie de ciudad encantada modelada por la naturaleza

Un paisaje donde abundan las cuevas, los recovecos y la magia

Caminando entre farallones llegamos a este mirador con vistas a un mar de pinos

La tarde y el lugar nos deparaba un agradable y misterioso paseo

Jugando con  sombras y luces modeladas por los elementos

Una de las rocas más emblemáticas del entorno de Castroviejo, en Soria

Myriam escalando entre rocas de llamativas formas

Ascendiendo a otro de los miradores del entorno

El paraje de Castroviejo no solo cuenta con un buen puñado de rocas de gran porte y formas intrigantes. También existen mesas, una fuente y un amplio espacio para el esparcimiento y el ocio. Además se puede caminar por entre las rocas sin seguir un sendero marcado. Vamos, un lugar más que recomendable para pasar un buen rato entre la naturaleza o para comer con los amigos o la familia. Un lugar algo desconocido que a nosotros nos sorprendió desde el primer momento. Un buen destino al más puro estilo Komando Gorteak: naturaleza en estado puro, tranquilidad y paisaje en el mismo lote.

Las rocas compitiendo en altura con los árboles de la zona

Pinar y rocas erosionadas, un binomio muy apropiado para dejar volar la imaginación

Un vistazo panorámico a través de uno de los tajos naturales

Encuadres creativos facilitados por el entorno de Castroviejo

Pinos creciendo casi de manera imposible entre las rocas

Caminando entre oquedades y altos paredones

Contraluz en Castroviejo a últimas horas de la tarde

Un último vistazo a los pinares del entorno, vestidos de ocaso

Cuando regresamos al coche nos dimos cuenta de que habíamos perdido la riñonera donde teníamos las llaves y toda la documentación. El pánico nos invadió por momentos. Así que como locos nos pusimos a repetir el mismo recorrido que habíamos realizado unos minutos antes. Por suerte, encontramos el bolso antes de que la noche se nos echara encima. Todavía con el susto en el cuerpo iniciamos el descenso hasta Duruelo de la Sierra. Y desde allí pusimos rumbo al núcleo burgalés de Quintanar de la Sierra, donde teníamos pensado hacer noche.

De camino nos encontramos este paisaje rocoso y boscoso coloreado por el atardecer

Tras encontrar fonda en Quintanar, nos fuimos de cañas para cerrar la jornada

La noche era bastante fría, así que no apuramos demasiado. Además, a la mañana siguiente tocaba madrugar. Ya que estábamos por la zona aprovecharíamos para conocer las lagunas de Neila. Contentos por haber descubierto el paraje de Castroviejo durante nuestro viaje por la provincia de Soria, dormimos profundamente. Tras dos noches durmiendo en un refugio, la cama nos pareció gloria bendita.

sábado, 2 de marzo de 2013

Amigos del Otoño 2012: Laguna Negra II

Lo habíamos dejado a la bajada de la zona alta de la Laguna Negra. Esa mañana lluviosa nos atrevimos y le plantamos cara al mal tiempo. Dimos un pequeño por el entorno lacustre. Paseo que nos supo a poco pero que nos sirvió para quitar el mono de montaña que arrastrábamos desde hacía semanas. Además fue la única manera de salir del refugio. A partir de ese momento casi no haríamos otra cosa que comer, hacer catas de vino, jugar al mus o simplemente pasarlo bien.

Tras pensarnos lo de subir al Urbión por la lluvia, iniciamos el descenso hacia el refugio. Durante la bajada las nubes nos dieron una pequeña tregua y eso ayudó a que pudiésemos disfrutar de la laguna en todo su esplendor y desde las alturas. Toda una delicia que nos supo a gloria en un día gris, cerrado y otoñal al por mayor.

La apertura de un corto claro nos permitió ver la laguna en toda su magnificencia

La cascada en su tramo más próximo a la laguna, ya en la parte final de la ruta

El alma de fotógrafo de bodas apareció de repente

Hayedos mezclados con pinos en las proximidades del refugio

Una vez bajo techo, nos cambiamos y preparamos la comida

Parte de la expedición envuelta en un halo de inmejorable ambiente

Durante la comida no faltaron las viandas regionales y los vinos de la tierra. Después se abrió el turno de la sobremesa y hasta hubo quien sesetó un rato. Y finalmente el grupo se dividió en dos para pasar el resto de la tarde. Unos cuantos bajaron hasta Vinuesa. Allí darían un paseo por el pueblo y avituallarían al grupo para el resto de tarde noche.

Otros cuatro optaron por echar una partida de mus junto a la lumbre

Yo me quedé entre medias de los dos grupos y me fui a hacer fotos por la zona

A pesar de que no paraba de llover quería aprovechar la visita a este lugar cargado de magia. Uno no se deja caer por estos lares muy a menudo. Así que sin pensármelo dos veces preparé la cámara y me introduje de lleno en el bosque. Estaba seguro de que los colores otoñales me harían olvidar la lluvia.

El entorno de la laguna, poblado de pinos y grandes rocas

Buscando cobijo bajo los árboles o cómo evitar que la lluvia arruine una sesión

Las manchas de hayedo animaban la tarde y aportaban color al bosque

Paisaje alpino y glaciar en la Laguna Negra, Soria

El otoño, como siempre, no defrauda y despierta la creatividad

Buscando encuadres llamativos bajo la protección de los árboles

La verdad es que aquella tarde salí del refugio sin un rumbo marcado y sin tener claro cual iba a ser el recorrido a realizar. La idea era ir dejándome llevar por el bosque intentando no alejarme mucho del refugio. Pero lo peor no fue la orientación, si no la lluvia. No era plan de que la cámara se pegase una buena mojadura, así que las tomas se vieron reducidas y marcadas por el agua. Y también por el entorno. La mayoría de las veces debía buscar refugio entre las piedras o los grandes árboles. Estaba realmente lloviendo con ganas.

Buscando las zonas del bosque con más colorido, a pesar del día gris

Y siguiendo el sendero imaginario que marcaban los árboles

Hasta hubo un instante que el cielo se abrió y me dejó ver la laguna, con nieve al fondo

Poco a poco la luz se fue apagando. Así que después de la ruta regresé al refugio. Y al calor de la chimenea intenté secar la cámara y mi ropa. Aunque breve y parco en fotografías, el paseo había merecido la pena. Como si con el recorrido gráfico me llevara conmigo una parte de este lugar encantado.

En el refugio la partida continuaba y los perdedores pedían revancha 

 Entrando en calor y atento al devenir de la partida

Al final la pareja que perdió la primera partida volvió a perder. Así que no les quedó otro remedio que cumplir su promesa. Si perdían tenían que bajar corriendo hasta el río y desnudos. Por suerte, o por desgracia, la noche ya estaba casi cerrada. Así que los intrépidos corredores no fueron vistos por nadie. Menos mal, porque hubiera sido traumático para más de un turista encontrarse a dos elementos corriendo en pelotas por el monte en mitad de la noche.

Los valientes atletas posando alegres tras superar la prueba

Cuando el resto de expedición regresó al refugio no se creían lo que había sucedido. Nos habían dejado solos un par de horas y ¡¡habíamos organizado un maratón nudista!! Ya con la noche cerrada preparamos algo de cena y catamos buena parte de las denominaciones de origen de toda España. Alguno perdió la cuenta de las botellas que cayeron. Otros perdieron el norte y el sentido. Y más de uno perdió la memoria. Vamos, una noche completita y festivalera al máximo. Menuda tropa y menudo fin de semana de monte.

A la mañana siguiente los coletazos de la resaca eran evidentes. Yo me desperté pronto, como Lutxo. Aprovechamos para acercarnos a la laguna y así desperezarnos. De regreso al refugio nos encontramos a Myriam despierta. Así que le propusimos a Lutxo un paseillo mañanero. Bordearíamos la laguna, como bien se apuntó durante el recorrido, como aunténticas cabras.

Un paseo que se presentaba apetecible, tranquilo y sin atisbos de lluvia

Peleando con las grandes rocas para llegar a suelo firme

Cuando nos quisimos dar cuenta estábamos en un atolladero. A mitad de recorrido las rocas eran tan grandes que teníamos que trepar y destrepar para avanzar. Y cuando no era eso era un bosque enmarañado que nos cerraba el paso. Y si no, el sendero que intuíamos no llegaba a ningún lado. Vamos, una auténtica aventura que puso a prueba a Lutxo, que hizo las veces de montañero en prácticas con un Komando Gorteak en estado de kamicaze absoluto. Eso si, aprobó con nota.

Lutxo, ya al final de la ruta y muy cerca de terreno llano, por fin

Cuando regresamos al refugio todo el mundo estaba despierto. Y como el día no estaba para muchos paseos optamos por empezar a recoger. Comimos algo y a eso de la una del mediodía estábamos abandonando la Laguna Negra con destino a Vinuesa. Allí tomamos un café, nos despedimos y emprendimos nuestros caminos de regreso a casa. Nosotros aprovecharíamos el viaje y quedaríamos por la zona otra noche más. Al marchar todos teníamos una sensación agridulce: algo apenados por no haber podido hacer más montaña pero muy contentos por los momentos que habíamos pasado. Resumiendo, que habrá que repetir.