El río Duero, a su paso por el puente de piedra, define la fisionomía de la ciudad
En las últimas jornadas, me había percatado de un fallo en la cámara fotográfica. Durante el viaje por Zamora, el fallo fue a más y era perceptible en casi todas las imágenes. De ahí que en este recorrido visual falten muchas imágenes necesarias, como la de la Catedral románica. Por suerte la cámara ya está arreglada, así que habrá que volver a Zamora para rematar la sesión fotográfica. Y es que la ciudad, a pesar de su reducido tamaño, ofrece demasiado para una estancia de un solo día.
Rosetón y pórtico de San Juan, en la Plaza Mayor
Derroche ornamental en el pórtico de entrada de la Iglesia de la Magdalena
Ábside de la iglesia de Santa María la Nueva
Nuestro recorrido por la ciudad de Zamora estaba prácticamente cantado antes de llegar. Más aún teniendo en cuenta nuestro gusto por el románico y por el modernismo. Primero paseamos por la zona de la Catedral y pensamos en dejar para más adelante la visita al Castillo. Luego fuimos caminando por las calles de intramuros donde a cada paso nos sorprendían las iglesias románicas. Y ayudados por un mapa no tardamos en localizar y visualizar los principales edificios modernistas de la capital zamorana.
Torre de la iglesia de San Vicente, junto al teatro municipal
Casa Tejedor, obra del arquitecto Francesc Ferriol
La riqueza modernista de Zamora se debe, en gran parte a este arquitecto catalán. Ferriol llegó a Zamora en 1908 después de trabajar en su comunidad natal para ocupar el puesto de arquitecto municipal. De ahí que la ciudad cuente con buen numero de edificios modernistas obra de este arquitecto. Ferriol no solo dejó su impronta en las calles de la ciudad, también dejó bien alto el nivel arquitectónico de Zamora.
Una visión peculiar sobre la fiebre comercial que se produce en Navidad
Poco a poco la noche fue cayendo. Hicimos un pequeño descanso para buscar alojamiento y así garantizarnos calor para una velada que se presentaba fría. Después continuamos con el paseo por la ciudad. Eso si, optamos por intercalar las visitas gastronómicas en la ruta románica y modernista. No faltaron las ancas de rana y otros manjares bañados en vino de toro.
El edificio del Casino o Círculo de Zamora, uno de los más llamativos de la ciudad
Un paseo a tres bandas: bares, modernismo y románico
Toma nocturna y en blanco y negro de la iglesia de la Magdalena
Vista parcial de la Casa de Valentín Guerra, construida en 1907
Los detalles modernistas de la ciudad, aflorando a cada paso
Aprovechando que ya estábamos metidos en harina vinatera, hicimos una pequeña parada en el paseo. Optamos por tomarnos una degustación en el Casino de Zamora. Aquí, sin duda, lo más interesante no estaba en los caldos o en las tapas, sino en el propio edificio. La parada no tenía otro objetivo que conocer el interior de este local modernista.
Allí nos encontramos con techos decorados vegetalmente
Iglesia de San Andrés, reedificada pero de origen románico
Iglesia de Santa Lucia, uno de los templos románicos más reformados de la ciudad
Dadas las horas y después de visitar las dos zonas de vinos de la ciudad, nos acercamos al barrio más próximo al río Duero. El objetivo era doble. Por un lado buscábamos un bar donde esa misma noche había un concierto de homenaje a Jimi Hendrix. Por otro, queríamos conocer las iglesias románicas de esta zona de la ciudad, que no son pocas.
Iglesia de Santa María de la Horta una de las más próximas al Duero
La niebla haciendo de las suyas tras el concierto homenaje a Jimi Hendrix
La noche, entre cañas, vinos, tapas y conciertos, se alargó más de la cuenta. Así que cuando pensamos en regresar al hotel era más tarde de la cuenta y habíamos cerrado todos los bares del casco histórico. Estuvimos a punto de continuar con la fiesta fuera de la ciudad, pero finalmente optamos por descansar. Eso sí, antes de regresar quisimos inmortalizar el fin de fiesta zamorana en blanco y negro.
Alrededores de la Plaza Mayor de de Zamora a últimas horas de la noche
Tras el breve pero reparador sueño, regresamos de nuevo a las calles de la ciudad. La idea era dar un último paseo a modo de despedida antes de regresar a Asturias. Todavía nos quedaban muchas cosas por ver y descubrir en esta capital que nos estaba dejando un muy buen sabor de boca.
Detalles modernistas a pie de calle y de tienda
Nuestros pasos nos llevaron a los alrededores del mercado de abastos
Interior del mercado, también de corte modernista
Más edificios modernistas en el centro de Zamora
Y un último vistazo a la calle de Balborraz, una de las míticas de la ciudad
Con mucha pena y poca gloria abandonamos Zamora. Las 24 horas que habíamos pasado en la ciudad nos habían sabido a poco. Así que de la que marchábamos coincidimos en que no tardaríamos en volver a visitar esta capital donde la historia rebosa a cada paso. Fueron muchos los interiores de iglesias que no conocimos. Sin ir más lejos el de la Catedral. Así que no tenemos elección. Volveremos a Zamora.